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Esperanza Aguirre, la cólera de Dios, esa lograda mezcla de Gracita Morales y un legionario, nunca me defrauda. Intenta aparentar que es toda una señora, emparentada con la aristocracia, pero sus deslices orales revelan que la naturaleza y modales de tan temible ser están mucho más cerca de un lumpen que trapichea al detalle o de un matón mafioso.
Lo de “se lo hemos quitado al hijoputa” y “¿qué hace ahí esa puta mierda?” la delatan. O la dilatan, según argot del neocastellano analfabeto. Es muy probable que micrófonos debidamente cerrados nos hayan privado se escuchar otras de sus manifestaciones campechanas, que muy bien hayan podido ser: “Ese marrón se lo va a comer entero el coleguita”; o, “te voy a reventar la cabeza, chupapollas”; o, “me suda el coño lo que diga el pringao”. Y como cuando te quejas al camellito de que te ha timado con un costo malísimo, te puede decir: “Si no te vale, te hago un vale que ponga que vale. ¿Vale o no vale?” Y si te revuelves, siempre está por ahí su antiguo capo y compinche, el enajenado Aznar, para enseñarte con toda chulería el dedo medio y mandarte a practicar sodomía pasiva. Como dijo Romanones: “Qué tropa”.
Juan Bas © humorenlared.com |
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