Península Histérica: Puerto Hurraco
Quería dedicar esta columna al recrudecimiento de la crisis financiera especulativa y a cómo han bastado unos meses para que los lobos especuladores muerdan la mano que les dio de comer. Pero dado que esta situación no se va a resolver en un mes, en todo caso sólo empeorará, quisiera dejar constancia aquí sobre un tema que ha pasado desapercibido, pese a su gravedad: el suicidio en prisión del último asesino de Puerto Hurraco. La matanza de Puerto Hurraco ha quedado en la memoria colectiva como uno de los últimos ejemplos de la España negra. Fue un crimen odioso y despreciable. Recientemente el último asesino vivo decidió ahorcarse en prisión el mismo día que debía ser puesto en libertad si no se le hubiera aplicado la llamada doctrina Parot. Nadie ha reclamado su cadáver y era un asesino, pero lo cierto es que se le aplicó una medida de dudosa constitucionalidad, pues a nadie debiera aplicársele retroactivamente una norma sancionadora que le perjudica y que no existía cuando fue juzgado. La misma idea de la cárcel provoca rechazo a la mayoría de las personas, pero lo cierto es que una persona de 73 años y con escasa educación no encontró mejor medida que el suicidio para gritar al mundo la injusticia sobrevenida que se le aplicaba. Alguien pensará que era un asesino, pero la insensibilización social que no para de crecer acabará por alcanzarnos a todos si nos empeñamos en pagar la injusticia con injusticia. Miguel Fernández © humorenlared.com |
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