La correlación de fuerzas en Parlamento de Madrid explica en parte el pacto entre José Luis Rodríguez Zapatero e Iñigo Urkullu, el resto es trigonometría, dinero y poder.
El 15 de septiembre Iñigo Urkullu, presidente del Euzkadi Buru Batzar del Partido Nacionalista Vasco y Josu Erkoreka, portavoz en el Congreso de Madrid del PNV, presentaban el documento firmado con el PSOE. “Esto es lo gordo, indicaba Erkoreka, la letra pequeña son doscientos cincuenta tomos que están descargando ahora mismo para que se quemen las pestañas los del servicio jurídico. Que nos conocemos…”. El acuerdo entre el PNV y el PSOE garantiza el apoyo del Partido Nacionalista Vasco a los presupuestos de 2011 y blinda a Zapatero en la Moncloa hasta 2012. “La abstención del PNV ha permitido que los socialistas sacáramos adelante la reforma laboral. Tan lejos no estamos en lo sustancial”, aclara Eduardo Madina, secretario general del Grupo Socialista en Madrid.
Tragado el sapo de la huelga del 29 de septiembre, de la geometría variable del billar parlamentario, el presidente Zapatero ha pasado definitivamente a practicar el frontón “con la mano llena de esparadrapos”, comenta uno de los negociadores del Partido Socialista Obrero Español, que prefiere mantener el anonimato. “No quiero que Patxi me borre de su lista de amigos en Facebook”, susurra. Todos los analistas han señalado, con mayor o menor vitriolo según escudería, que conseguir las transferencias pendientes del Estatuto de Gernika y más 112 millones de euros para inversiones en Euskadi era algo que caía más en las competencias del Lehendakari que del primer partido de la oposición en el Parlamento de Gasteiz.
Despacio, Flanagan
“Patxi López es el puuuuto amo. Atiende plumilla, que te destruyo. ¿Acaso no decía su programa electoral de rematar el estatuto? Pues lo ha conseguido en un año sin despeinarse. Poniendo a currar a los del PNV.”, explica Jonan Kargogoikoa, portavoz de las Juventudes Socialistas de Euskadi. Ciertamente será el gabinete López el que gestione las transferencias obtenidas, las fuentes de neutrones, el cambio de letreros oficiales… “Eso es mazo de pasta y de puestos de trabajo, tron”, apostilla Kargogoikoa, que teme una afluencia masiva de afiliados al olor de la rica miel. El sostén de López es el Partido Popular del País Vasco, que acaba de presentar a los candidatos cabeza de cartel para las municipales y forales de 2011. “La lección a extraer de lo ocurrido es la importancia que tienen esas instituciones en Euskadi”, indica Juan S. Gaviota, miembro del gabinete que asesora a Antonio Basagoiti. El jugo que el PNV ha sacado a las tres diputaciones que controla y su poder municipal levanta alarmas en las filas populares. “A ver si ni letra pequeña ni gaitas y lo que han pactado darse cancha en consistorios y diputaciones para hacernos la cama en el Parlamento de Gasteiz…”, murmuran. La buena relación de Antonio Basagoiti con López y Rodolfo Ares, con quien comparte afición y criterios sobre la decoración callejera en Euskadi, puede poner sordina al chirriar de dientes popular. El resto de fuerzas políticas ha recibido el pacto con recelos variados. Aralar, Eusko Alkartasuna y la izquierda abertzale tradicional han mantenido un perfil bajo al respecto. “Nos movemos en otras coordenadas. Nosotros estamos en el derecho a decidir y el PNV de Urkullu está en las decisiones de derechas”, afirma un simpatizante del “polo soberanista”. En Madrid, Mariano Rajoy, aspirante a la Moncloa tampoco ha hecho demasiados comentarios. Con los sondeos soplando a su favor, se ve presidente mientras enciende un puro. “A menos que en el año otorgado a Zapatero año la economía repunte, se genere empleo suficiente para olvidar la “desacelaración” y se resuelva definitivamente el asunto de ETA”, reflexiona Carlos Charcutero, comentarista de la Cadena SER. Al parecer todo el bacalao no está vendido.
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