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Nos hacen comulgar con ruedas de molino. Nos venden un mundo tecnologizado y nos hacen creer que vivimos en el novamás del progreso técnico. Pero la vida está llena de contradicciones. El anacronismo invade Occidente como los hunos invadieron Matalascañas en el 2.500 a. de C.
Nº 1. Prospección
Se suponía que íbamos a vivir en La Luna para el año 2000. En urbanizaciones con adosados selenitas, surcadas por aerodeslizadores lunares. Nos alimentaríamos con píldoras con sabor a entrecot de cebú con alioli. Nada de eso ha pasado. La Luna está más desierta que una delegación de gobierno en agosto y aún se ven por la calle bocadillos de arenques envueltos en cuadernos de Rubio.
Nº 2. Horterismo
Tampoco la moda ha caminado por los derroteros anunciados. Ni las minifaldas con leotardos modelo Flash Gordon ni las túnicas de friselina asardinada tipo traje de boda vulcaniano han acabado cuajando. Las hombreras en punta tuvieron su momento en los 80, pero los pioneros son unos incomprendidos en su época.
Nº 3. Domótica
Otro anunciado cambio tecnológico es el de las casas inteligentes. No sólo no vivimos en apartamentos que nos hacen la declaración de la Renta mientras nos masajean el bazo, sino que los cortes de agua, gas y electricidad siguen estando a la orden del día. Es cierto que muchas puertas se pueden abrir con una tarjeta de crédito, pero pasándola por la rendija, ayudándose de una palanqueta.
Nº 4. Anacronía
Si existe un invento anacrónico es el paraguas. Existen campos de fuerza electromagnética, células fotoeléctricas, condensadores con luces brillantes, generadores de corriente inducida… y la gente, para evitar mojarse bajo la lluvia, continúa cubriéndose con una tela vieja sobre la cabeza atada a unos alambres que tienden a irse a la mierda en cuanto sopla un poco de viento.
Nº 5. Digitalismo caduco
El progreso nunca avanza en línea recta. Va y viene. Es lo que sucede con los relojes. Tras un largo periodo de dictadura del reloj de agujas, llegaron los digitales, que alcanzaron su máximo apogeo al incorporarles minicalculadoras. Sin embargo se impuso la reacción y el consumidor disfrutaba más pasándose las horas muertas mirando girar el segundero.
© humorenlared.com |
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