marzo 7, 2012

The Working Dead

La clase media y el Estado del Bienestar que la vio nacer pasan a la Historia. La clase trabajadora se disuelve zombie en el “precariado”. Los sindicatos cabalgan de nuevo.

Con un “ejército de reserva” de cinco millones y medio de parados, la reforma laboral ha traído de nuevo las procesiones con banderas tricolores y rojas. Eso y las proclamas revolucionarias inmortales como el “¡Ahora, sin más preámbulos, a tomar cervezas, a vivir y a prepararnos para las movilizaciones del día 29!”, del comisionista obrero Francisco Cruz, en La Puerta del Sol el 19 de febrero. Era el kilómetro cero-cervecero-piquetero de la manifestación de UGT y el sindicato post-de nuevo tipo. En Euskadi la mayoría sindical habitual, ELA, LAB, ESK, STEE-EILAS y EHNE, convocaban ipso-facto una Huelga General para el 29 de marzo. Un día entero, casi nada, destinado a ser descontado de la nómina y detener desde Euskal Herria (Sur) un mundo globalizado en el que, en las zonas ricas, los puestos de trabajo fijos se reducen al mínimo necesario para el mantenimiento del Orden: policías, jueces y militares.
En las zonas pobres, con nada que descontar salvo la vida, reina la esclavitud. Se dibuja un mundo donde hordas de excluidos sociales y laborales (el precariado) recorren en paradójica soledad un entorno arrasado por el “sálvese quien pueda” y el “qué hay de lo mío”. “Vuelve la lucha de clases pero no son las mismas”, escribía en el diario El País Andrés Ortega. “Vuelven los del PSOE a la pancarta, y sí son los mismos que han gobernado todos estos años”, escupe de medio lado el sindicalista Liberto Cagüevos. Para Cagüevos si algún sentido tiene hoy convocar una huelga general es que sea “indefinida y con un claro objetivo: que el gobierno retire de la circulación su reforma laboral”. Cagüevos quiere una “como las de antes, cuando los objetivos eran claros y los medios, meridianos”. Una huelga “para vencer, basada en el apoyo mutuo, que sirviera de gimnasia libre y escuela revolucionaria para ensayar una sociedad más justa e igualitaria”. No parece que vayan por ahí los tiros, de momento. “Ha sido decretarse la reforma y expandirse por Internet los anuncios tipo «No despida a nadie a lo tonto, imbécil, que le puede salir más barato», señala el economista Lucas Flöw del Instituto Báñez para la Redistribución de la Pobreza.

Pie a tierra

Hoy, los cada vez más escasos supervivientes de la escabechina, con sus catorce pagas menguantes, recorren cautelosos la jungla del asfalto entre el “virgencita que me quede como estoy” del que tiene puesto fijo y el “todos son iguales” del eventual con suerte. Las víctimas directas del paro, sostenidas por un colchón familiar con los muelles cada vez más desgastados, escudriñan las páginas web y las oficinas de empleo de toda Laponia. El desempleo juvenil alcanza cifras de solución final y en los periódicos se publican ofertas de trabajo que llevan a números de teléfono-trampa para sacar dinero a los incautos. “Es la demostración de que las crisis traen oportunidades para los emprendedores”, explica el gurú Leopoldo Cabestro, autor del best seller La Exportación de Sindicalistas a China en el que aboga por extender las condiciones laborales occidentales al gigante asiático y de paso “librarnos de la morralla de liberados y jetas que hacen sindicalismo para privilegiados”. Para financiar la operación aboga por un sistema de huchas tipo Domund. “Nada de subvenciones públicas, que los paguen los afiliados”, aúlla. Los recortes no perdonan a nadie. “No van a dejar una ONG sana. No va a haber euros ni para hacer turismo revolucionario en el Goierri”, se lamenta una veterana activista de base imponible mientras intenta rellenar los papeles de una subvención.
En Valencia, los estudiantes prenden fuego a sus apuntes de Educación para la Ciudadanía para calentarse las manos. De calentarles la cabeza se encarga la delegada del gobierno. Se está definiendo un mundo donde los cerebros muertos tras décadas de exposición a las delicias de la sociedad de consumo anhelan el bienestar perdido. Un mundo en el que te pueden despedir de la noche a la mañana con una indemnización de veinte días por año trabajado, con suerte. Un mundo en el que al cabo de un año de aprendizaje, pueden sustituirte por un desgraciado (o desgraciada si todavía queda por algún cajón alguna subvención para la contratación de mujeres) y agur Ben Hur. Un mundo abonado para el populismo.

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Abel de las Heras © humorenlared.com

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