agosto 10, 2012

Butaca de Gallinero: Mucho cuento

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Lo de adaptar cuentos de hadas clásicos aplicándoles técnicas de cirugía estética postmoderna no es nuevo. En compañía de lobos, pretendida versión remozada de Caperucita Roja, dio un giro radical a las transformaciones licantrópicas, e incluso Blancanieves: la verdadera historia trataba de dar una vuelta de tuerca al mito de Blancanieves, con tino discutible. Luego llegaría Por siempre jamás para terminar de fastidiar el invento (¿Drew Barrimore, en serio?).
Shreck
aportaría un toque irreverente que empezó muy bien pero devino en una rutinaria colección de desbarres fotocopiados a lo largo de sus posteriores secuelas. Y con Guilliam llegó el escándalo. Como no podía ser de otra manera con un director tan equilibrado y poco dado al exceso, ni discursivo ni estético, El secreto de los hermanos Grimm suponía el regreso al barroquismo. Pero era Terry Guilliam y la cosa funcionaba.
Lo que ya me cansa son esos engendros supuestamente inquietanates, muy artis y con mucha pospo. Léase Caperucita Roja ¿A quién tienes miedo? o Blancanieves y la leyenda del cazador, que no son originales ni a la hora de elegir el cuento a destrozar, y al final ni carne ni pescao.
El que quiera ver algo inquietante relacionado con cuentos de hadas no tiene más que recatar la serie checoslovaca Arabella (1979). La imagen de uno de los siete enanitos succionado por un retrete me marcó la infancia.

Roberto Aguirre © humorenlared.com

 

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