El Ampli: Abducción y fuga
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![]() Después de mi visita a la consulta de la adivina Lady Agatha un par de meses atrás y de haber eludido la orden de alejamiento por maltrato psicológico e impago en grado de tentativa, me planteo seguir ahondando en los procelosos mares de lo oculto y lo oscuro. Más de lo oculto que de lo oscuro, porque una vez me cortaron la luz en casa y tuve mi buena ración de oscuridad. No sé ni cuántas veces me habré podido clavar en la ingle la esquina de la encimera de la cocina. Lo arcano y lo que huela a parapsicología me provocan una Curiosity mucho más morbosa que la discografía completa de Wampire. Así que tras haberme puesto una maratón de episodios de Cuarto Milenio y haberme aprendido todos los tics de Iker Jiménez me entero, inesperada serendipia, de que tres colegas de toda la vida, organizan salidas para avistar ovnis en un monte cercano. No me encuentro tan ilusionado desde que Conmutadores sacara a la venta Illusions. Por mera coherencia, más que nada. Les llamo y me apunto a su próxima expedición, listo para ser abducido en el mejor de los casos y llenarme los calcetines de cardos en el peor. Así empezó Shackleton Iniciamos la ascensión al monte, pertrechados con mochilas, un telescopio, un rollo de veinte metros de papel albal y pastillas potabilizadoras, que estamos al lado de casa pero nunca se sabe. Cuando llegamos arriba casi es de noche y ya he terminado de escuchar entero el Beat 9 de The Nines. Hacemos un pequeño fuego de campamento y, sentados alrededor de la fogata, iniciamos uno de los rituales más ancestrales conocidos por el hombre. Pero como nadie se sabe ningún chiste de Arévalo tenemos que conformarnos con contarnos historias de miedo. Abre fuego mi colega de la izquierda (realmente no recuerdo el nombre de ninguno de los tres, hemos perdido un poco el contacto últimamente) hablando de la chica de la curva. Cuenta que un tipo, que iba conduciendo por una carretera comarcal perdida de la mano de dios, recogió a una autoestopista y cuando se acercaban a una curva la mujer se puso a gritar que en esa curva Ricky Martin atropelló a su perro porque estaba celoso de algo que no recuerdo muy bien pero tenía que ver con un armario y un bote de mermelada. El sopor consecuencia del cansancio y del bocadillo de callos me hace bucear en un estado Entre sueño y realidad, con banda sonora de Moravia. Por lo que no me entero del fin de la historia. No sé si a la chica la quemaban por Bruja, se hacía un tatuaje con la cara de la Mala Rodríguez o abría un videoblog. Yo es que con las leyendas urbanas me lío siempre. Divagaciones y mascotas El colega de mi derecha se anima, y después de su tercer lingotazo de ron con gaseosa comienza a desbarrar sobre la leyenda que cuenta que por las tierras colindantes vagaba por las noches una criatura monstruosa. Algo espantoso, a medio camino entre el Yeti, el chupacabras y un video-clip de Camela. Me doy cuenta de que tal vez mi interés por el esoterismo no es tan fuerte como yo pensaba porque en lo único en lo que puedo pensar es en las fotos promocionales del lanzamiento del disco homónimo de las PL Girls, mucho más glamourosas que el bicho sobre el que está hablando el figura. Porque para bichos los Babuinos del Metal que tanto ama El Reno Renardo. Me incorporo de nuevo a la historia cuando el monstruo legendario muere entre terribles estertores, pero no sé si abatido por los lugareños o por un ataque cardiaco. El típico Infarto, desde el corazón de la bestia que tanto conoce Blokeo. Las botellas de ron, vodka, cerveza, ginebra, albariño y limpia cristales con olor a pino desfilan ante mis ojos. Por aquí no aparecen extraterrestres. Pregunto si no nos habremos confundido de monte o si no se habrán confundido los aliens, que a lo mejor no han seguido correctamente las indicaciones del GPS y han acabado en el Gorbea. O en el Pagasarri. O en el Annapurna. Nave del misterio retrasada El colega enfrente de mí saca una pipa de agua desmontable que guardaba en el fondillo del macuto. Me dice que no sería la primera vez que los extraterrestres se meten en un embolado del que no pueden salir. Y comienza a hablarme de la nave extraterrestre que se saltó un desvío por ir escuchando el Saurius de Humus a todo volumen y que acabó estrellándose en el pueblo de Roswell, Nuevo Méjico, provocando un conflicto diplomático de padre y muy señor mío. Que si los extraterrestres decían que ellos tenían preferencia, que si las autoridades locales decían que se ponía el cepo a aquella nave y no la movía ni dios hasta que se aclarasen las cosas, que si Edi Murfi es mi primo y no el de Frank T & La Tostadora Sound Corporation… Conclusión, que llamaron a la grúa y se llevaron los restos del vehículo al Área 51, que era como se llamaba el after que había antes de que construyeran el depósito de la policía. Un Rapto en toda regla como el EP de The Noise. El chaval continúa contando que las cosas se complicaron cuando a uno de los extraterrestres que había ido a hacerse una rinoplastia le grabaron desnudo con la cámara del móvil, el video se hizo viral en internet y tuvo que dejar su puesto de concejal en su pueblo. Por fin, después de una larga espera, una nave nodriza del tamaño de un campo de fútbol pequeño se coloca sobre nosotros, exhibiendo un magnífico juego de luces y unos acabados cromados preciosos. No sé si se trata de una Reacción a los Malos Tragos de licor de hierbas, si será por el cuarto de kilo de setas alucinógenas o por la pipa de agua, pero el caso es que nos entra a todos tal galbana que hacemos señas a la nave con la linterna para que pase de nosotros y siga su camino. Tengo una modorra como para irme a Ganímedes del tirón. Con lo escéptico que he sido yo toda la vida. Javi Trilobite © humorenlared.com |
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