agosto 10, 2013

Gora Euskadi: Infiltrados

En el número 147 de EL KARMA, de octubre del año pasado, me hacía eco de la noticia. Menores que habían sido multados por ponerse hasta las patas de alcohol y drogas podían reducir condena asistiendo a talleres. Pero claro, la cosa tiene sus contrapartidas. El diario de Vocento publica en su edición del 6 de julio que esos menores en la reserva pasan al servicio activo durante las fiestas. Cual Serpiente Plissken en 1997: rescate en Nueva York ahora tienen que mojarse, apechugar y colaborar con las fuerzas vivas para expurgar sus faltas. En resumen, que tienen que vigilar a la parroquia y velar por que se cumplan las normas. El artículo resume la actividad de esos menores con un escueto “desarrollarán labores sencillas que no requieran una preparación intensiva”.
Nada claro. No especifican si su función será la delación de los jóvenes botelloneros. Si actuarán como agentes durmientes, infiltrados en la marea de fiesteros. Si apuntarán nombres y descripciones. Si tendrán potestad para efectuar detenciones ciudadanas en pos de la decencia y el orden. Tampoco se concreta cuáles serían las herramientas coercitivas (¿taser?, ¿tonfa?, ¿un ejemplar de Cómo hacer amigos e influir en los demás?) de las que dispondrían esos aguerridos chavales si al final tuvieran que meterse en la boca del lobo y desmantelar ellos solos al comando ron con piña o a la escuadra vodka-lima.

La medida parece encuadrarse en la tendencia de subcontratar servicios de seguridad externa. Una práctica cada vez más extendida con la que está cayendo. Los menores se irían empapando de cómo esta el patio y aunque EL CORREO manifiesta una inusual asepsia, no puede evitar caer en su tradicional humor con ese ladillo “Control sobre el tráfico” que despista y no se sabe muy bien si se refiere a semáforos o a origami con papel albal. En cualquier caso de lo que no habla el artículo es del día después. Del final del verano, cuando los menores deben reincorporarse a clase. De esa dinámica infernal del reencuentro con sus compañeros de pupitre. Esos mismos que hacían botellón en fiestas y a los que tuvieron a bien llamar al orden. Qué entrañable momento.

Héctor Sánchez © humorenlared.com

 

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