Debajo de la Palmera: Del catalanismo al soberanismo
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La pluralidad. Cuando una parte de la sociedad esté hipermovilizada puede crearse la percepción de que existe una mayoría «excepcional» (en palabras de Mas) o peor que ha desaparecido la pluralidad y la diversidad en beneficio de un objetivo compartido por todos. No es así. Dentro de los sectores soberanistas la pluralidad es extraordinaria Y no digamos en el conjunto de la sociedad. Frente al independentismo, surge una visión ‘unionista’ conservadora encabezada por el Partido Popular y Ciutadans. Y, también un amplio desconcierto en partidos de vocación transversal y progresista, como ICV y, especialmente, el PSC. El discurso del ‘unionismo’ adquiere el carácter de resistencia porque no ofrece a la sociedad otra alternativa que el mantenimiento del “status quo”. El desconcierto merece un capítulo aparte. El desconcierto. Frente a la fuerza del soberanismo, los partidos que defienden una nueva relación entre Catalunya y España, el viejo sueño del catalanismo, consiguen ofrecer una alternativa creíble. El federalismo aparece como una opción ya superada. En el fondo, este era el espíritu del Estatut que desbarató el PP con su recurso ante el Constitucional. Las energías que Cataluña quemó con el Estatut son hoy un mal recuerdo para la mayoría de los catalanes. El PSC se aferra a la opción federal como una fórmula para mantener unidas a sus dos almas, la cada vez más soberanista y la cada vez más unionista. Es una misión imposible que convierte a su secretario general, Pere Navarro en un equilibrista sin red. El PSC ha dado un paso trascendental en su historia al apoyar el derecho a decidir pese a la oposición del PSOE, pero ni así ha logrado el consenso interno. La agenda social. Iniciativa per Catalunya Verds (ICV) apoya el “derecho a decidir” pero vincula el posible camino hacia la independencia a la constitución de un Estado más justo y solidario. La Candidatura d’Unitat Popular (CUP) defiende la independencia, pero desde una concepción radicalmente de izquierdas, al igual que el reciente Procés Constituent el movimiento que lideran Arcadi Oliveres y Teresa Forcades. En definitiva, una parte del movimiento soberanista ve en la independencia la posibilidad de revisar las bases del actual sistema económico y social: El camino de regeneración democrática y de combate contra la corrupción. Unos objetivos alejados del soberanismo que encarna CDC. Los silencios. Independentismo, unionismo, desconcierto… y silencios. Una parte de la sociedad catalana ha optado por el silencio. Voluntario o forzado. El discurso del soberanismo tiene una extraordinaria fuerza en la mayoría de los medios catalanes. Y, en frente, existe el bombardeo constante de la caverna mediática. En medio, las voces con más matices desaparecen, se diluyen. Resulta más fácil el juego de la confrontación de los ‘discursos únicos’, en Catalunya y en España. Por eso, una parte de las voces que podrían aportar unas necesarias dosis de sensatez han decidido callar o se han quedado sin plataforma para expresarse. De la misma forma, en un panorama mediático dominado por el debate Catalunya-España, una parte importante de la realidad también desaparece de escena. Los recortes, la pobreza creciente, la corrupción, la pérdida de derechos, pasan a un segundo plano. La perplejidad. Independentismo, unionismo, desconcierto, silencios… y perplejidad. Una parte de la sociedad catalana asiste perpleja a los excesos y salidas de tono en la política y en los medios de comunicación. En un ejercicio de irresponsabilidad que sólo el civismo y la madurez de la mayoría evita que se transforme en confrontación. Y perplejidad también por las actitudes “excluyentes” en un país de tradición “inclusiva”. Perplejidad por una vida parlamentaria en la que el “líder de la oposición” es el socio de Gobierno. Perplejidad, en definitiva, por la ruptura de consensos básicos de nuestra historia reciente. Sin respuesta. Una de las claves del independentismo está en el sentimiento de agravio y frustración por el trato recibido por parte del Estado. Pues bien, lejos de rectificar, desde el Gobierno del PP, y de su entorno mediático, no paran de lanzarse mensajes en contra de las aspiraciones de una parte importante de la sociedad catalana. El partido que dinamitó el último gran intento de acuerdo entre Cataluña y España, el Estatut, difícilmente puede recomponer las relaciones rotas. Y el PSOE, desde su complejidad territorial, tampoco logra ofrecer un federalismo que pueda constituir una “tercera vía” que evite el choque de trenes entre nacionalismos. En definitiva, un complejo laberinto que precisa una salida democrática. Iñaki Anasagasti © humorenlared.com |
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