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Los ingenieros, los economistas y los profesores de empresariales se han puesto de acuerdo últimamente para generar doctrina docente en torno a la importancia de generar buenas dinámicas de trabajo en las plantillas. Y ese viene a ser, más o menos, el leit motiv de El último concierto. Lo bien que va todo cuando todo va bien y lo complicado que resulta mantener la armonía y el buen rollo cuando las perspectivas de futuro se van al carajo. Un cuarteto de Nueva York, colmado por la fama y el reconocimiento de la profesión (amén de por unas remuneraciones económicas de los más jugosas), lleva 25 años cosechando éxitos. Sin embargo, cuando al violonchelista, el miembro más veterano, le detectan la enfermedad de Parkinson, el futuro de la formación queda en entredicho y todo salta por los aires. Y es que cuando nos tocan el status, ya no hay amistad ni compostura profesional que valgan. Es entonces cuando los resentimientos acumulados con los años afloran como los champiñones.
El último concierto es un film del documentalista Yaron Zilberman. De esos que pasan por la cartelera sin hacer demasiado ruido a pesar de su espectacular plantel (Catherine Keener, Christofer Walken, Philip Seymour Hoffman). Para diletantes musicales y fans de las dinámicas de grupo.
Horacio Sandoval © humorenlared.com |
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