Puños Fuera: Reformas y chapuzas
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Cada veinte años, la clase política acomete la reforma legislativa de la enseñanza reglada. Saludada con un aluvión de huelgas y movilizaciones, la de 1990 consagraba otra vuelta de tuerca que elevaba hasta cumplir los 16 años la edad de encierro e instauraba en las aulas el parlamentarismo y el buenrollismo, con los Consejos Escolares y una retahíla de bonitos términos, como “educación inclusiva” o “comunidad educativa” y demás zarandajas sociatas de la época.
El resultado fue un adiestramiento como el de siempre, donde la chavalería sigue confinada y acogotada como en los mejores tiempos de la escuela de palo y tentetieso, pero en el que la palabrería progresista y una obligada participación se constituyeron en parte del entramado institucional. Y ahora que la derecha, tras la veintena de rigor, actualiza la retórica buenrollista a la pútrida realidad escolar del día a día, se lloran las excelencias de un pasado que nunca ha sido tal. Porque sólo una marea de protestas, que anegue desde la crítica radical la institución educativa y desborde los diques de contención del discurso progresista, puede llegar a ser, si no victoriosa, al menos creíble. |
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