febrero 12, 2014

Mens Insana: Morirse

Marcharse supone toda una hazaña. Cuando alguien se va, comienza todo un revuelo de burocracia y de papeles dirigido por la Compañia de Seguros de turno. Todo este barullo no termina con el entierro. La maratón cuenta con varias paradas: velatorio, cremación -en su caso-, misa y entierro. Y debe correrse en unos  plazos concretos -el entierro debe hacerse en un periodo determinado de tiempo desde el momento del fallecimiento- y sin delegar por completo en los demás, incluida la Aseguradora. No vaya a ser que retoquen tanto la foto de la esquela que parezca que se ha muerto otro… Por suerte, y por dinero, los Seguros facilitan la tarea al ocuparse de varios asuntos.
Si bien es verdad que con lo que han cobrado durante años podrían montar un funeral digno de celebrities como Michael Jackson o Freddie Mercury. Pero hay que conformarse con bastante menos.

Después de este trago, viene el siguiente: ocuparse de todo lo que dejó pendiente quien se fue. Desde ropa hasta compromisos médicos. Se trata de que la persona permanezca en la mente y en el el corazón de los que se quedan. O no. Y sus restos en un nicho o en cualquier otro lugar que el difunto deseó en vida. ¿Que qué más tienen que hacer quienes se quedan? Poca cosa. Dedicarse a lo suyo. A lo que les toca. Que es vivir.

Sheila Blázquez © humorenlared.com

 

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