Debajo de la palmera: La fascinación del pesebre
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Si uno se pasea por las librerías vascas verá que las estanterías están llenas de ediciones escritas por políticos españoles. En las estanterías vascas, algo de historia, pero poco más. Uno constata que el político vasco no escribe, es ágrafo. ¿No sabe hacerlo? Creo que sí, pero nunca se ha puesto a ello. Piensa que escribir es adelantar la jubilación o contar chismes. Y sin embargo, le gusta leer lo que escriben otros. Me encontré con un diputado que iba a una librería a comprar el libro de Pedro Solbes sobre la política económica española de los últimos años de Rodríguez Zapatero y sus desencuentros con éste. Le interesaba. Ni Arzalluz, ni Ardanza, ni Ibarretxe, ni Garaikoetxea han escrito sus experiencias. Y sin embargo saben escribir y además lo hacen bien. Los libros que hay son sobre ellos o escritos en clave de entrevista. Y es una pena que nos perdamos la intrahistoria de la historia pues ésta la hacen los seres humanos con sus defectos y virtudes, sus pasiones y obsesiones, Aguirre, Irujo, Leizaola, Landaburu, escribían y sobre todo muchas cartas. La historia de aquellos años podrá estudiarse solo con acudir a los archivos. De hecho empiezan a salir libros distintos sobre lo que vivieron fundamentalmente en el exilio. Hace unos años, en plena ofensiva de Aznar contra el nacionalismo democrático, Erkoreka y yo constatamos cómo las librerías estaban llenas de libros de encargo contra el nacionalismo. Y nos preocupamos pues el libro queda y la historia se hará en base a los datos de esos libros, sin el contrapunto de otros. Bien es verdad que Benegas y Egiguren han escrito cosas, así como Otegi, pero no en clave de libro de experiencias sino de ensayos, como en su día lo hizo Ollora con su breviario sobre el derecho a decidir. Un día, en el avión, en una de esas bolsas que ponen para los mareos, comenzamos Erkoreka y yo a garabatear sobre qué personajes interesantes vascos deberíamos escribir. Íbamos a crear una colección que se iba a titular La Fascinación del Pesebre. Nuestra tesis era que hay un tipo de vascos que cuando llegan a Madrid se quedan fascinados por el oropel y para ser admitidos en la Villa y Corte deben denigrar del vasco nacionalista. Eso siempre aporta un plus de veinte puntos en la escala valorativa de mundo tan competitivo. Juaristi, Patxo Unzueta, Savater, etc. Y nos pusimos manos a la obra. Primero tuvimos una comida con Arzalluz que se repitió en un restaurant de batalla llamado El pesebre en San Ignacio. Magníficos profesionales, gentes que conocían el medio y de lo que hablaban. Y como estábamos en pleno bombardeo del cañón Berta de la Brunete Mediática, decidimos comenzar por los ya fallecidos no fuera a ser que nos dijeran que poníamos en el punto de mira al personal. Erkoreka y yo quedamos en escribir sobre José María Areilza y Manuel Aznar dos personajes típicos de aquella fascinación del pesebre madrileño. Dos personas inteligentes pero duchos en el saltimbaquismo y el cambio de chaqueta. De Areilza se decía que era el hombre del pantalón gris porque éste sirve para cualquier chaqueta y de Lequerica se decía que era «carguista», de cargo, no carlista. Y escribimos el libro que editó Javier Ortiz con el título de Dos Familias vascas. El libro fue reeditado tres veces y tuvo amplia repercusión no solo en Euzkadi sino en España. Tras él íbamos a abordar la biografía de Lequerica, Cruz de Hierro nazi, pero los compromisos y las volteretas políticas hicieron que teniendo una amplísima documentación, nos quedáramos sin rematar la faena. Una verdadera lástima. La historia, nuestra parte de la historia, la iban a contar otros. Cuando negociamos con Aznar el sí a su investidura, Arzalluz me dijo que tomara notas para escribir como se lleva a cabo una negociación en Madrid. Es parte de lo que transcribo en el libro Jarrones chinos porque considero que esa historia no es mía, es de mi partido y de quiénes me han votado. Y lamento que ni Diputados Generales, ni alcaldes, ni dirigentes de partido escriban más en esta Euzkadi a la que su historia se la van a contar otros y muy mal. |
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