Butaca de Gallinero: Don Gabriel
Solo hay una cosa peor que reducir el cine a una colección de historias regurgitadas una y mil veces, pirotecnia, star system abúlico y clichés sofronizantes, poco originales, manidos y fáciles de digerir. Y esa cosa es pretender emular en el plano cinematográfico éxitos literarios. Lo llaman homenaje cuando quieren decir parasitismo. ¿Es excesivo lo que digo? ¿Demasiado talibán? Probablemente. No todas las películas basadas en libros son una puñalada en el corazón del escritor, latiente o no (aunque eso ya lo he tocado en otra columna, y tampoco me quiero repetir). Los Santos Inocentes de Camus o El Sur de Erice no desmerecen de las novelas de Delibes y García Morales, respectivamente. Pero no todos los equipos de producción de adaptaciones literarias han contado con el mismo talento o la misma suerte.Hace bien poco que se ha ido al otro barrio Gabriel García Márquez. Ni El coronel no tiene quien le escriba, ni El amor en los tiempos del cólera, ni Memoria de mis putas tristes han pasado de ser peliculitas mediocres a pesar del esfuerzo de su staff. Nunca llegaron a atreverse con Cien años de soledad. Entonces me acuerdo de La Peste de Puenzo y de La Ciudad de los Prodigios de Camus (no se puede ganar siempre) y respiro aliviado por tal circunstancia. Roberto Aguirre © humorenlared.com |
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