El Grupo Vasco en el Senado, cabemos en un taxi, estuvimos el pasado mes de julio en Barcelona visitando el Parlamento y la Generalitat. Terminamos el día en el Born que es la evidencia de las barbaridades que en 1714 hicieron los seguidores de Felipe V cuando conquistaron Barcelona y construyeron un Arsenal y una Ciudadela y como necesitaban espacio libre ante ellos se cargaron mil casas. EI 5% de aquella ciudad que había estado sitiada.
En el parlamento, además de saludar a su presidenta y regalarle una Argizaiola (no sabemos dónde la habrá puesto) vimos las dependencias de aquel Palacio Real convertido por Companys y Maciá en Parlamento. Tras esta visita nos fuimos a la Plaza San Jaume donde está, frente al ayuntamiento, el Palau de la Generalitat.
Allí el Conseller de presidencia, Quico Homs, y hombre fuerte del gobierno de Mas nos enseñó varias dependencias, entre ellas el gran salón que tiene un balcón que da a la plaza y desde el cual Maciá proclamó la República catalana en 1931 y Tarradellas dijo aquella frase de «Ja soc aquí”.
Sus pinturas son de la época y en ellas se ve al turco vencido y a los indios conquistados por los españoles, dato que no le pasó desapercibido a Rigoberta Menchú tras escuchar uno de esos discursos de circunstancia y políticamente correctos hablando de la igualdad.
Homs nos ofreció una frugal comida y en los postres apareció el presidente Artur Mas con el que departimos una hora sobre la situación catalana y la cerrazón española.
Pero no quiero hablar hoy de política en esta página sino de una de las vivencias más chuscas que he vivido en mi vida.
A diferencia de los catalanes que tuvieron a Tarradellas negociando con Suárez su vuelta del exilio y su presidencia de Ia Generalitat que no era más que la Diputación de Barcelona, nosotros mantuvimos en el exilio al Lehendakari Leizaola que había sustituido a José Antonio de Aguirre cuando éste había fallecido en París en 1960. Era pues un símbolo y la representación de aquella legitimidad conculcada por las armas en 1936.
Tras la aprobación del Estatuto de Gernika por referéndum el 25 de octubre de 1979 consideramos que era el momento de decirle al Lehendakari que volviera y así lo hizo en un avión de Aviaco y con una recepción multitudinaria en San Mamés. Al día siguiente entregó las llaves de la Delegación de París al entonces presidente del Consejo General Vasco, Carlos Garaikoetxea y el PNV le puso un coche para que el viejo político se desplazara, visitara cada rincón de una Euzkadi que le habían hurtado por espacio de cuarenta años. Y el Lehendakari, aficionado a la historia, a la geografía y a la poesía disfrutó esos últimos años como un niño con zapatos nuevos.
Para desplazarse le encargamos a un afiliado de Eibar de nombre Iñaki que le cuidara como a un niño y estuviera pendiente de él. Era Iñaki un gigantón, campechano, directo y sin tener la menor noción de protocolo. Un buen tipo que caía muy bien.
El caso es que el Lehendakari decidió visitar al entonces president de la Generalitat Jordi Pujol y allí acudimos con él, Joseba Elosegui, que era senador, y yo mismo. Y llegamos al Palau y nos metieron por la gran puerta que da a la plaza con todos los Mossos d’Esquadra formados y en posición de saludo.
Lo curioso del caso es que el chofer, sin ser invitado por nadie, se sumó a la comitiva y subió con nosotros al despacho del Honorable Pujol y sin cortarse un pelo se sentó y estuvo en toda la charla que tuvimos con el presidente.
Era uno más. Al salir se acercó a Pujol y le dijo: «Jordi, lo estás haciendo muy bien y sigue así». Seguramente Pujol pensó que aquel gigantón era poco menos el presidente del Euzkadi Buru Ba-tzar y le agradeció las palabras. Seguramente si hubiera sabido quien era, con lo puntillosos que son los catalanes para el protocolo, lo hubiera encerrado en la mazmorra palaciega.
¿No me digan que esto no es propio de una película tipo Ocho Apellidos Vascos?. Y es que nuestra igualdad o nuestro extraño concepto de la igualdad y campechanía da para eso y para mucho más.
Ese día les conté la anécdota vivida y posteriormente les envié la fotografía donde aparecíamos todos y, en primer lugar, nuestro buen Iñaki siguiendo atentamente lo que decía Pujol. Y es que los vascos somos así.
Iñaki Anasagasti © humorenlared.com |