octubre 21, 2014

Gora Euskadi: El componente lúdico

Según la noticia publicada en EL CORREO del miércoles 10 de septiembre (a doble página, se conoce que la ocasión lo merece), al campo de golf de Artxanda solo le va a faltar un bingo para convertirse en Euskovegas. Será por eso, por el potencial que los de Vocento ven en el nuevo complejo como reactivador del negocio hostelero en Euskadi, que le dan tanto pábulo al asunto. De acuerdo con la información, el grupo inversor que quiere hacerse con el complejo (formado por el campo de golf y un hotel de cuatro estrellas) se enfrenta a un proceso de compra tan peliagudo que deja la batalla que tuvo lugar por aquellos parajes en junio del 37 a la altura de un intercambio de cromos de Bob Esponja. Pero quédense tranquilos, que es por una buena causa. Todo es poco para el futuro cliente, que va a poder disfrutar de un enclave elegante y con un elevado “componente lúdico”. Obvio, podría pensar, el lector, tratándose de una campo de golf. Pues va a ser que los inversores están pensando en otro tipo de hoyos, si se me permite la vulgaridad. El hotel, además de su recepción, su cuarto de escobas, su sala de contadores y su coqueta cafetería también contará con un club de alterne y un “moderno cabaret”.
El cuerpo de texto de la noticia no abunda demasiado en el tema, pero, por si quedara alguna duda de las actividades que se desarrollarían en las instalaciones, remarca que “se ha pensado en habitaciones a las que se puede subir directamente (…) sin necesidad de pasar por recepción, «en un intento de blindar la privacidad del cliente»”. El periodista, sin saberlo, sugiere un relato Dickensiano sobre el devenir económico y social del país. Lo que empezó siendo un prometedor negocio para aspirantes a élites se desmoronó con el estallido de la burbuja. Y ahora se ha pasado del albañil a la prostituta. De aquellos lodos vienen estos polvos.Pero EL CORREO es comprensivo, y sabe separar el grano de la paja. No por nada viene manteniendo desde hace años una cruzada que defiende la explotación sexual en casas y clubes, discreta y decente, como dios manda, frente a la otra, la callejera, soez, vulgar, y en la que, a modo de insulto final, no existe intermediación publicitaria. A esta última no la encuentran nada lúdica. Ni rentable.

Héctor Sánchez © humorenlared.com

 

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