noviembre 15, 2014

Debajo de la palmera: Sin derecho a estar en el cuadro

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La clase política española, la que vive en Madrid, se siente muy orgullosa de cómo se llevó a cabo la transición del franquismo a la democracia denominada por Francisco Umbral como “La Santa Transición”. Algo intocable. En el análisis no se dice que además hicieron falta treinta años para que se aprobara una ley de la Memoria Histórica, que sancionada, sigue sin cumplirse y cuando el juez Garzón toca este asunto diciendo que aquello fue un genocidio y que los genocidios no prescriben y que las fosas comunes tienen que ser abiertas, lo más cutre de la derecha no democrática lo denuncia y la denuncia prospera.
En este contexto para mí uno de los hechos más llamativos y quizás más obscenos en relación a las inmensas tragaderas de lo que fue dicha transición, entre otras, es un hecho fácilmente comprobable. Esteban Bilbao, Antonio lturmendi y Alejandro Rodríguez de Valcarce, presidentes de las Cortes franquistas, puestos ahí por el dedo del dictador, siguen recibiendo el homenaje de la democracia desde los retratos que adornan los pasillos del Congreso. Algo que sería inadmisible en el Reichstag berlinés y eso que Herman Goering, juzgado en Nuremberg, llegó a la presidencia del Parlamento alemán por el voto popular, cosa que no ocurrió con los tres franquistas mencionados que ahí están con su sonrisa en los labios saludando en las Jornadas de Puertas Abiertas que cada año se organizan o para conocimiento de colegios y hogares del jubilado que durante todo el año pasan por la Carrera de San Jerónimo a conocer el Palacio y los tiros de Tejero.
Esteban Bilbao fue presidente de las Cortes desde 1943 a 1965, veintidós años, así como del Consejo del Reino y del Movimiento. Nacido en Bilbao era un carlista de la rama del Jaimismo que fue expulsado como concejal de Bilbao por no admitir a un pastor protestante en un acto público. Presidente de la Diputación de Vizcaya durante la dictadura de Primo de Rivera y bajo Alfonso XIII, durante la República fue el líder de la Comunión Tradicionalista, conspirador contra la República en el intento de 1932 del general Sanjurjo y confinado posteriormente en Lugo por sus conspiraciones.
De 1939 a 1943 fue ministro de Justicia del primer gobierno de la Victoria de Franco firmando desde su cargo centenares de penas de muerte. Este es junto a los franquistas Iturmendi y Rodríguez de Valcarce, el personaje que adorna el actual Congreso de los Diputados. Todo un angelito.
Pero ahí siguen. En tiempos de la presidencia de Manuel Marín, éste socialista ni contestaba mis cartas de protesta por éste aberrante hecho. Llegado Bono quedó en cambiarles de lugar y colgarlos en un pasillo donde pusiera que no habían sido elegidos democráticamente. Una autentica vergüenza. Deberían estar los tres en el Museo de los Horrores de la Dictadura, o en el basurero de la historia.

El cuadro de los ponentes constitucionales
Ya he comentado que me carga bastante el apelativo de “Padres de la Constitución” dado a los ponentes constitucionales que dan vueltas explicativas cada aniversario hablando de las bondades del texto constitucional y obviando el por qué, habiendo nacido Elena y Cristina, antes que Felipe, consagraron en 1975 la primacía del varón, sobre la mujer a la hora de la sucesión. Solo por este hecho deberían ser obviados en dicho recuerdo anual porque ellos fueron los muñidores de aquel texto, aunque detrás de estas personas estaban sus partidos políticos. Sin embargo y a propuesta del diputado del PP, Ignacio Gil Lázaro y con motivo del trigésimo aniversario de la Constitución, se decidió en la Mesa presidida por Manuel Marín, encargar un cuadro de estos ponentes al pintor realista Hernán Cortes. Josu Erkoreka, portavoz del Grupo Vasco, recordó cómo el PNV había sido excluido de dicha ponencia, pero su protesta no fue tenida en cuenta.
En el Senado se quiso hacer lo mismo pero me opuse, ya que en ese momento era yo el Secretario Primero de la Mesa,  acordándose  encargar al mismo pintor un cuadro  coral, sin ninguno de estos ponentes.
Es decir. Fuimos excluidos de la ponencia en 1978 y fuimos excluidos del cuadro y del nombre de las salas del Congreso en el año 2009. ¿Gente extraña? ¿Nacionalismo español excluyente en vena? Pues sí.
Dicho y hecho. Con motivo del 31 aniversario de la aprobación de aquel texto, en los actos organizados, se colocaron los cuadros de los siete ponentes constitucionales, con Miquel Roca en el centro, en el vestíbulo llamado de Isabel II y de forma provisional. Son siete cuadros que constituyen un políptico en la que ninguna de las partes resalta sobre las demás y que por tanto no pueda ser desgajada en piezas individuales sin pérdida de su identidad.
Me encantaría poner un lienzo, con la misma dimensión de los otros siete, en blanco y con una pequeña oveja negra pintada en su centro, porque a ese políptico puesto así, le falta algo, como a la Sinfonía Incompleta de Franz Schubert o la escultura al Dios desconocido puesto en el Panteón romano. Sería más justo.
Iñaki Anasagasti © humorenlared.com

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