octubre 13, 2015

Gora Euskadi: Moda y perfumería

Son ya muchos meses, por no decir años, instruyendo en contra de la intencionalidad torticera con que la prensa, y especialmente las cabeceras de Vocento, confeccionan los titulares y cuerpos de texto de sus informaciones. Yo, que como todos los grandes genios tiendo a la modestia y al pudor, me creía predicando en el desierto. Mas miren ustedes que ya no me queda la cosa tan clara. El Martes 8 de septiembre, El Correo abría el interior del periódico con un texto a doble página del que ya se hacía eco, con foto, en portada. Lo titulaba, con aires de novela de Rudyard Kipling o de Joseph Conrad, «La mendicidad coloniza el corazón de Bilbao». Siete palabras de un sensacionalismo (lo que viene siendo habitual, hasta aquí todo bien) que dejaría a los titulares de Randolph Hearst a la altura de una de esas postales de felicitación con osos amorosos que te desean que te recuperes del ataque de hipoglucemia. Sin embargo, y aquí viene la confusa paradoja, el texto, lejos de ser una diatriba sobre los peligros de la descomposición social de la urbe, comienza con un pizpireto paseo por la Gran Vía. Más cerca del Félix Rodríguez de la Fuente de El Hombre y la Tierra que del Émile Zola de Yo acuso. Parecía que la periodista había decidido seguir mis consejos sobre la asepsia y el rigor, pero en algún momento se pasó de frenada y convirtió la denuncia social en un tratado de entomología.

El fenómeno no es nuevo. Hace mucho tiempo que pueblan las calles más mendigos de los que la fuerza de la costumbre entiende por aceptables. Pero choca verlos en la «milla de oro», parece querer decir el texto. De un pobre se espera que opere en barrios con el precio del metro cuadrado de acera mucho más asequible. Y no que pida limosna entre Gucci y Carolina Herrera. Por mucho que algunos de esos mendigos esgriman en sus cartones anunciadores «un cierto aire literario», que no estará a la altura de Calderón o de Schiller, pero que a Ainhoa de las Heras le vale. En el fondo yo entiendo a El Correo. No se aplaude desde las páginas propias el incremento del turismo en Bilbao, día sí, día también, para que luego se llenen las avenidas de pobres. A menos claro, que en vez de llamarles pobres o mendigos estén pensando en llamarles emprendedores que financian su actividad mendicante a través del crowdfunding. Eso sí sería aceptable. Y moderno. Muy poco colonial.

Héctor Sánchez © humorenlared.com

 

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