En los albores de la democracia-web, allá por 2008, la televisión generalista propuso su candidato para las votaciones por excelencia, las de Eurovisión. La bufonada, propuesta cómo no por un humorista con horario prime time, consistió en presentar un candidato que no supiera cantar ni tocar instrumento alguno, pero que tuviera un tema pegadizo lo suficientemente chorra como para dar el pego. Nada, por otro lado, ajeno a las constantes del show business. Los españolitos comulgaron con el chiste, votaron, y el cómico paseó por el europodium su minuto de gloria.

Años después, los mismos medios se preocuparon de promocionar para las cortes europeas, a otro aspirante capaz de recoger las ilusiones de quienes ansiaban escuchar melodías resultonas donde se prometiera que se daría la vuelta a la tortilla sin cascar los huevos. Y que seguro que con ello, iban a recuperar la línea de antes de haber tenido que apretarse el cinturón.

La interminable noche electoral en cuya oscuridad todavía permanecemos, prepara su última embestida con papelitos de variado colorín a gusto del telespectador. Pero la broma, demasiado larga y harto pesada, a pocos hace ya gracia.

Jtxo Estebaranz©humorenlared.com