En ocasiones quienes gestionan dinero público reducen servicios hasta casi estrangularlos -o incluso los eliminan- alegando que son «deficitarios». En el peor de los casos, delegan en empresas privadas para que los gestionen, lo cual, si dos y dos siguen siendo cuatro, sólo puede traer más estrangulamiento todavía tanto para los trabajadores como para el beneficiario final de ese servicio: el currela, el puto peón. La gente, vaya. La gente cuyo dinero están gestionando estos mequetrefes. Y de paso se enriquece con este pequeño gesto a una entidad esclavista. ¡Bien! Ahora pensemos si cabe sospechar que estas cosas se hacen además (a veces) a cambio de una comisión bajo cuerda u otros favores.
Nada nuevo bajo el sol, nada que no sepa ya cualquiera que lea esto. Pero aprovecho para reivindicar que la enseñanza de música, ahora mismo reducida casi a la nada, es uno de esos servicios cuya «rentabilidad» no cabe plantear. Aunque vaya detrás de la sanidad o el transporte (faltaría más), sigue siendo crucial en la vida de una comunidad. Nada más que añadir, señoría. Sólo recuérdelo cuando se esté pegando su próxima mariscada a nuestra costa.

Juan Abarca © humorenlared.com