Butaca de Gallinero: Los viejos
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Pareciera que el cine vive con cierto desasosiego su propia decrepitud. No en vano, son ya 120 años y aunque se conserva bien para su edad, se van notando los remaches, y las cicatrices, y el botox que todo lo estira pero deja esa estela de artificialidad irredenta. Será por eso que, frente a los jóvenes, vigorosos, espléndidas, rabiosos, dinámicas, que corren y saltan delante de la pantalla, conduciendo coches a toda velocidad o comandando falanges de velocirraptores, los viejos no se van. Y digo viejos y no tanto viejas. Y como testimonio de esa senilidad cinematográfica, asediada, una vez más, por una televisión que cada vez seduce más con su contagiosa idiosincrasia episódica y por internet, de consumo rápido, a menudo irreflexivo, los viejos van copando la pantalla, otrora reflejo de la madurez y la mediana edad. Porque antes los viejos y las viejas aparecían como figuras ridículas, atormentadas y fuera de lugar, como Emil Jannings en El último o Gloria Swanson en El crepúsculo de los dioses. Y los jóvenes cantaban en la playa en las películas de los Monkees. Roberto Aguirre © humorenlared.com |
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