Debajo de la palmera: El espejo que decía la verdad
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Como todos los niños, leí el cuento Blancanieves, de los hermanos Grimm, en el que se narra que la reina madrasta de una infanta tenía un espejo colgado de la pared, al cual preguntaba diariamente: «Espejito, espejito, ¿quién es la mujer más bella?». Y el espejo le contestaba: «Tú eres la más hermosa». Así fue hasta que Blancanieves creció y se hizo muy bella. Entonces el espejo, que no sabía mentir, respondió a la diaria cuestión: «Majestad, aquí, en palacio, eres la más bella; pero Blancanieves es la más bella de todas las mujeres del reino».
En esa época, no se acusaba de desestabilizador a un espejo por decir la verdad. Por eso, muy sensatamente, la reina, en vez de emprenderla contra el espejo, intentó varias veces asesinar a la infanta. Fracasó, por supuesto, pues la niña estaba protegida por los siete enanos de las siete montañas. La muchacha se casó con un hijo de rey y se celebraron con fasto las bodas, a las cuales fue invitada, también, la envidiosa madrasta. Esta, como castigo de su maldad, tuvo que ponerse unos zapatos de hierro calentados al rojo vivo en la chimenea del castillo, y obligada a bailar durante toda, la noche, hasta que cayó definitivamente. La moraleja del cuento es que uno no debe tener espejos veraces, o admitir la realidad aun cuando duela. La grandeza de un ser humano -así lo pensaban los hermanos Grimm y la tradición de entonces- se mide por la disposición a asumir esta segunda conducta. También la conclusión de la historia, extrapolando los personajes del cuento es que la Madrastra parece ser el PP, y en concreto Rajoy. El problema no es ese, sino saber quién es Blancanieves si es que existe. Los siete enanos son fácilmente reconocibles, pero Blancanieves en el estado español parece que no existe y los hermanos Grimm en Madrid hubieran prescindido del personaje o se hubieran hecho un lío. Es cierto también que la historia tal y como las conocemos termina con una manzana comida por Blancanieves y quedándose dormida hasta que un príncipe le descubre le da el beso del despierte, lo hace y se van los dos a hacer su vida. En esta historia los que quedan son los enanos que van a trabajar todos los días, quieren que Blancanieves siga con ellos y les dejen en paz en su casita del bosque, pero esa madrastra y sus envidias lo perturban todo. A mí los que me gustan son los siete enanos. Tienen vida propia, están organizados, cantan al ir a trabajar y a Elmer Gruñón lo tienen controlado. Veremos pues como acaba esta historia en la Villa y Corte, aunque queda una sola cosa clara. Una es la que un político cree y otra cómo le ven en la calle y la otra es que tratar de cargarse al personal por métodos venenosos, no trae ninguna ganancia. Iñaki Anasagasti © humorenlared.com |
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