Debajo de la palmera: Leizaola y Kili Kili
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Jesús María de Leizaola fue el segundo Lehendakari de la historia. El primero, Aguirre, había fallecido en París en 1960 cuando se decidió que él fuera el segundo. Jura su cargo debajo de un paraguas en el cementerio de Donibane Lohitzun. Y vuelve del exilio en diciembre de 1979 una vez aprobado el estatuto de Gernika en referéndum. Le recibimos en Sondika y le llevamos a un San Mamés lleno hasta los topes. Tras aquella aprobación estatutaria le pedimos permiso para presentarlo como primero de lista por Bizkaia. Y él, a sus 84 años aceptó. Nos interesaba todo lo que representaba y su experiencia. Al año, discretamente nos presentó su dimisión. Con su viejo sombrero, su gabardina, un coche que le pusimos con más kilometraje que él y un chófer de Eibar, se dedicó a visitar el País, algo que Franco se lo había impedido. Fue feliz. Le aplaudimos. Fue un bonito discurso de un leal adversario en la despedida de un viejo político que lo había vivido todo. Funcionario, diputado, Consejero, creador de la Universidad Vasca, refugiado, exiliado, escritor, pararrayos. Esta historia me ha venido a la pluma tras leer que en el Museo Vasco de Bilbao se ha abierto una exposición dedicada a Kili-Kili. José Antonio Retolaza, sacerdote recién llegado de Arrazola, fue quien ideó a Kili-kili, un niño de seis años “euskaldun-fededun”, vestido con kaiku y txapela, y el arquitecto e ilustrador Lander Gallastegi fue el encargado de plasmar la idea en papel. “Eran años convulsos y estos precursores fueron valientes. Y, aunque Kili-kili nació bajo el manto de la Iglesia, parte de la misma era partidaria del Régimen y se resistía a que se publicaran este tipo de cosas. De hecho, los primeros números se prohibieron y la asociación Euskarazaleak tuvo que salir al rescate de la iniciativa”, recuerda Akaitze Kamiruaga, de Labayru Fundazioa. La institución acaba de presentar en el Museo Vasco de Bilbao una extensa muestra sobre todo el universo Kili-kili. “Estamos contentos -añade Kamiruaga- porque con esta exposición hemos contribuido a rendir tributo a esta revista y a toda la gente que la impulsó, un reconocimiento merecido, no solo porque promovieron una plataforma para la alfabetización de los niños euskaldunes, sino porque fueron capaces de generar una red de colaboradores extensa que abarcó toda Euzkadi. Al final, también ayudaron a que mucha gente tomara conciencia de la situación de nuestra lengua y de nuestra cultura, porque Kili-kili era una herramienta educativa para niños y niñas, sí, pero también hablaba de nuestra historia, de nuestras costumbres y tradiciones”, señala Kamiruaga, que incide también en el perfil innovador de la revista: “Su metodología era novedosa, porque se basaba en la participación y premiaba la misma. Hasta entonces, lo que mandaba en la enseñanza era aquello de la letra con sangre entra. Además, se organizaban muchas actividades lúdicas paralelas, como el Kili-kili Eguna, las chocolatadas, las excursiones”. Pero la publicación fue novedosa también en otros aspectos: “Se tradujeron al euskera historietas conocidas en otros idiomas, como las aventuras de Guillermo Tell o las de Astérix y Obélix”. No era extraño que un hombre pacífico y culto como Leizaola que juró su cargo bajo un paraguas le invitara a aquellos tiarrones de ETA que se tomaran en serio la cultura. Iñaki Anasagasti © humorenlared.com |
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