abril 17, 2016

Juego de niños: Pan y vino

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En un antiguo chiste de Forges hablaba un político-burócrata. “Puedo jurarle que, a pesar de las limitaciones causístico-legales existentes, yo siempre he llamado al pan, zusf y al vino, frolo”. Aquello que se me quedó grabado, hoy está a la orden del día. Cómo se van a entender, por todas partes llamando al pan zusf, dlech, morz, y al vino frolo, hrole o plingo. Menudo guirigay. Yo me largo. Tomo las de Villadiego. Pongo pies en polvorosa. Me piro.

Me voy a un concierto de El Cabrero, que ese sí que llama al pan, pan y al vino, vino. Sin aditivos, ni sulfitos, ni colorantes. Flamenco del que llega al alma, y verdades como puños. El que canta lo que vive y lo que piensa, y lo hace con las tripas, no tiene problemas de vocabulario. De niño no me gustaban/ los libros ni las sotanas/ ni salir en procesión. / Era tan desobediente/ como el viento de poniente/ revoltoso y juguetón. Yo no es que entienda ná de ná de flamencología, pero sí sé cuándo algo es sencillo, contundente, verdadero. En vez de mirar pal cielo/ me puse a medir el suelo/ que me tocaba de andar/ y no seguí al rebaño/ porque ni el pastor ni el amo/ eran gente de fiar. Si tienes buen pan y buen vino, ¿qué más quieres? Por mí, un poco de queso curado. Y si es de cabra, mejor que mejor.

Elene Ortega Gallarzagoitia © humorenlared.com

 

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