Escama a escama, hemos ido construyendo una piel de lagarto lo suficientemente dura como para seguir viviendo con la insensibilidad necesaria para ir tirando. Así, si el incorrecto Donald Trump utiliza en sus campañas los vídeos de las avalanchas de migrantes al asalto de la valla de Melilla como ejemplo de amenaza para aguijonear el racismo de sus votantes, aquí afeamos su gazapo de dar por mexicano al subsahariano. Y es que hemos tenido sobremesas con tantos naufragios de pateras, que hasta los han remozado con cayucos para mantener la tensión dramática.
De este modo, las invocaciones de la inhumana Merkel al humanismo fundacional de la Unión Europea para capear la crisis de los refugiados, caen en saco roto ante una audiencia acostumbrada a endurecerse para sobrellevar su miseria diaria. Pues los refugiados son el intruso que se cuela en la Casa de Gran Hermano donde moramos y que rompe por momentos la magia del espectáculo del que nos sentimos partícipes. La vieja Europa es un vetusto decorado de spaghetti-western por cuyas grietas se atisba el mundo real, pero el escamado espectador se aferra a una ficción en la que ya ni sus dirigentes creen.

Jtxo Estebaranz©humorenlared.com