mayo 22, 2016

Juego de niños: Narciso

columna_elene_cabecera_gr

Alguien con gran mala leche llamó a Pablo Neruda “gran mal poeta”. Ese fue Juan Ramón Jiménez. En su cruzada en pos de la poesía pura, no podía soportar a un personaje ciclópeo capaz de escribir la Oda a la alcachofa. Como afirmaba Oscar Wilde, “la poesía de un hombre es el veneno para otro hombre”. Y tenía razón.


Si Santa Teresa decía que Dios también anda entre pucheros, me apunto a la vena de la maravilla ante lo cotidiano. Pero claro, hay que tener cuidado para no caer en la cursilería. A menudo es mejor callarse. Tomarse demasiado en serio a uno mismo provoca graves efectos secundarios. Conviene administrarse a diario alguna dosis de autoironía. De lo contrario es posible llegar a considerarse depositario de un don especial o creerse antena mesiánica de la belleza. De ahí a tomarse por catalizador de las bondades del mundo, suele ir sólo un paso. Lo peor que puede ocurrir entonces es que el sujeto en cuestión además se dedique a la política. A algún dictador le pasaba eso.

Uy, no sé a quién me recuerda lo que acabo de escribir. Es que cada vez tengo menos memoria, oigan. Aunque siempre he sido muy despistada para lo que no me interesa. Es ese tipo que habla como el maestro Ciruela, que se cree el más guapo y que para unas fotos del suplemento fashion de un periódico propiedad de un conde se soltó la coleta. Y acabó haciendo escuela. Bueno, si les pica la curiosidad, lo buscan en las redes sociales y punto com.

Elene Ortega Gallarzagoitia © humorenlared.com

 

Pincha aquí para ir a otras columnas de Elene Ortega Gallarzagoitia

Pincha aquí para ir a las columnas de los colaboradores más buscados