Debajo de la palmera: Galíndez, Miss Grant, Democracia, Libertad
![]() |
|
Jesús de Galindez desapareció en Nueva York en marzo de 1956, hace ahora sesenta años. La dictadura del sátrapa dominicano Trujillo, no solo lo secuestró, sino que lo mató. Galindez terminaba su tesis de grado en la Universidad de Columbia sobre “la Era de Trujillo”. Y a los dictadores no les gusta se cuente la verdad sobre ellos. Galindez era el delegado del Gobierno vasco en el exilio y aspiraba a lograr un puesto de concejal en Nueva York apoyándose en los hispanos de la Gran Manzana. Miss Grant lo era todo, en aquellos tiempos. Se la recuerda discutiendo a las propias autoridades norteamericanas cada vez que lo exigía la defensa de las libertades en América Latina. Esas libertades eran, para ella, su propia causa. El numero de conferencias que ella promovió dentro o fuera de Estados Unidos, las veces que presidió banquetes, sus intervenciones ante la prensa norteamericana, fueron todo un escudo por muchísimos años. Cuando el venezolano Rómulo Betancourt era todavía una aventura sin destino seguro, ella era la fe que lo respaldaba sin reservas. Fue en el enorme banquete que ella misma organizó donde se celebró por parte de representantes de veinte repúblicas la caída de Pérez Jiménez. Ella fue el alma de las fiestas que se celebraron para respaldar la lucha contra Batista, y de la conferencia que, todavía gobernando el sargento – dictador, se reunió en La Habana a nombre de la democracia y la libertad. Tocó a ella trabajar en la época de McCarthy. No sabemos las gente de ahora lo que era la lucha en aquellos días de las cacerías de Brujas, que inspiraron la obra de Arthur Miller. Cuando Perón cerró La Prensa, y Gainza Paz pasó en Nueva York los años de su destierro, Miss Grant movilizó a toda la prensa norteamericana para unirse a la protesta. Lo mismo cuando Rojas Pinilla cerró El Tiempo de Bogotá. Muchos amigos suyos – Betancourt, Carlos Lleras Restrepo, Galo Plaza, Alberto Lleras, Figueres, Juan Bosch, Caldera -, llegaron un día al poder. Claro que de todos ellos quedarán, si quedan archivos riquísimos. Pero, de América Latina en general, y de la época de las grandes dictaduras en particular, quizá no vaya a quedar nada tan completo como ese tesoro que ella pasó a la universidad de Rutgers. Algún día alguien hará su biografía y se verá entonces hasta donde una mujer generosa, demócrata y liberal pudo llegar a ser la palabra encendida en la defensa de los derechos humanos cuando peor estaban tratados en América bajo los déspotas.
|
Pincha aquí para ir a otras columnas de Iñaki Anasagasti
Pincha aquí para ir a las columnas de los colaboradores más buscados