julio 1, 2016

Oreja a la Plancha: Eso sí, afinadísimos

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Los artistas de los años 70 han pasado a la historia como unos sujetos con perneras de formas extrañas y melenas cortadas con las tijeras de podar. Los de los 80, como unos almirantes cardados con hombreras subidos a una mesa haciendo el gil. Los de los 90, como unos calvos con perilla durísimos de la muerte cruzados de brazos. De ahí en adelante hemos ido asistiendo a una debacle de vagabundos tatuados muy difícil de describir con palabras: una persona que lleva el colodrillo con raya a un lado a lo Roberto Alcázar y Pedrín (con gomina estilo «no sabe con quién está usté hablando»), sienes rapadas, barba de mendigo y tatuajes muy feos por todas partes, hoy por hoy supera de largo mi capacidad de situarlo en un contexto.
No sé si algún día podré absorber tanta información relativa al aspecto físico de la peña y a las cambiantes y desternillantes variables del concepto «molar», pero sí estoy seguro de que las voces de los cantantes actuales pasarán a la historia como algo parecido en todo al sonido de un robot radiactivo programado para dar asco, miedo, arcadas y lástima al mismo tiempo. Todas, a la vez. Porque además de sonar así suenan todas igual, todas así. Todos los cantantes-robot son el mismo.

Juan Abarca © humorenlared.com

 

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