septiembre 19, 2016

Juego de niños: Templo

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Un agosto años atrás visité por primera vez el Museo del Prado. Aquello era como entrar en una iglesia fuera de horas de culto. A gusto, vamos. No había casi nadie por aquellas salas. En aquel templo del arte no paraba ni Cristo, a pesar del magnífico retrato que le hizo Velázquez. Una podía pasarse media tarde delante de El jardín de las delicias de El Bosco y casi nadie venía a asomarse por esa misma ventana.

Hete aquí que este verano una exposición conmemorativa de El Bosco me llevó al Prado de nuevo. Pero ya no es aquel remanso para estudiantes melancólicas y ávidas de belleza. Ya no tiene ese aire un tanto olvidado, sino todo lo contrario. Colas kilométricas aun después de sacar la entrada por internet, un nuevo acceso, un nuevo edificio obra de Moneo, guardias de seguridad, una tienda enorme con miles de objetos, restaurante, cafeterías, gente por todas partes, colas para todo. Los cuadros siguen estando allí, es verdad, como si sus protagonistas, ajenos al paso del tiempo, se entretuvieran mirando la barahúnda que ahora les visita.
Y así, formando parte de aquella marea humana, entré en la exposición sobre El Bosco y contemplé de nuevo El Jardín de las delicias. Menuda romería. Demasiados devotos al mismo tiempo. Y todos pensando lo mismo, seguro.

Elene Ortega Gallarzagoitia © humorenlared.com

 

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