abril 20, 2017

Debajo de la Palmera: Desde lo alto de la escalera

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El hombre inventó la escalera porque es una forma eficiente para subir. De modo que cada escalón cumple su propósito que es el de permitir el ascenso paulatino, y de ninguna manera un escalón puede ser considerado sino con relación a los precedentes, es decir, juzgado en su situación relativa. Si un escalón dejara de ser escalón, o no hubiera sido cabalmente asiento del próximo paso, entonces la escalera no hubiese sido escalera y el que pretendiera usarla se habría venido abajo.

Juzgado desde el punto de vista del objetivo final, que es llegar al tope, todo escalón está más alto que el anterior y más bajo que el que le sucederá, porque de no ser así se llegaría de nuevo al suelo y todo el andamiaje no sería escalera sino tobogán.

A medida que se va subiendo por la escalera, gracias a la firmeza de cada escalón sucesivo, el paisaje se va ampliando, se prolongan las perspectivas en la rosa de los vientos, se ve mejor lo que en el anterior escalón no se pudo ver con claridad y se está en capacidad de decir “hemos podido evitarnos tal o cual cosa». Pero lo mismo podrá decirse desde el próximo escalón, con respecto al nivel anterior. Esto es lo bueno de las escaleras y por ello son lo que son: mecanismos para ir subiendo con seguridad, paso por paso, como conviene hacerlo cuando se es razonable y cuando se mide con sano juicio todo lo que está en juego, que no es poco.

Todo escalón tiene, evidentemente, el derecho de considerarse fundamental. Y cada uno lo es desde el primero hasta el último. Porque si no hubiesen sido indispensables, diríamos hasta inevitables, entonces —al no ser escalones—, la escalera no hubiera sido escalera, ya que ésta está compuesta, necesariamente, de una sucesión de escalones, como una cadena está formada por eslabones y un pueblo por generaciones que se engendran las unas a las otras.

La historia, pues, es el contar, describir e interpretar los escalones de la escalera particular de cada pueblo y mal historiador sería aquel que olvide que no hay escalón desechable si se quiere poner el pie para seguir ascendiendo. Hay que aceptar la escalera tal como es, porque la historia, como las escaleras, no está hecha de como si, sino de cómo es o como fue.

Así como sería absurdo, para entender a un pueblo, que una generación negara a la anterior, partiendo cada vez de cero, así lo sería igualmente que un escalón, o un grupo de escalones, negara cualquier escalón anterior o la posibilidad de que vengan escalones más altos, porque el día en que una escalera esté compuesta únicamente de un solo escalón, dígame usted: ¿Sería una escalera?
Por eso es tan difícil analizar los fenómenos históricos y emitir, con respecto a ellos, juicios cualitativos.

Eso es lo que nos han dicho hasta ahora. La historia reciente se centraba solo en ETA y en sus asesinatos, olvidando que ETA nació alrededor de los años sesenta como consecuencia de una infernal dictadura que nos había quitado el derecho a la discrepancia, el derecho a la vida, el derecho a ser uno mismo, como cada escalón de la escalera.

Por eso es magnífico que ETA desaparezca de una vez por todas para que desde lo más alto de la escalera podamos tener una imagen global y mejor de conjunto y no solo la parcial que nos han vendido. Así como nos contaban que Juan Carlos de Borbón era el “motor del cambio” y ahora estamos sabiendo que ese motor pistoneaba por todas partes, gracias a la información que comenzamos a tener, y como la democracia es un régimen de opinión pública iremos conociendo la realidad de lo ocurrido y el panorama desde lo más alto de la escalera, se va a ver y contar de otra manera. ¿A que sí?

Iñaki Anasagasti © humorenlared.com

 

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