diciembre 19, 2017

Juego de niños: Paisaje

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Desde tiempos inmemoriales, o sea, desde antes de que una tuviera memoria, estaba en la calle Autonomía de Bilbao la cafetería Dover, con su aire setentero que fue cayendo en declive. El otro día pasé por allí y resulta que la “v” años setenta se había transformado en una “n” seca y estándar. D-o-N-e-r, leí. ¿¡Doner!? Y luego me percaté de los carteles típicos de esos establecimientos, los doner kebabs. Asombroso. Qué economía de medios. Mínimo esfuerzo, máxima cutrez. Aunque nadie reconocerá el mérito, si todo está hecho un asco. Para encontrar un reducto de armonía en la ciudad hay que buscar a conciencia, mientras que lo feo campa por doquier. Ruido para la vista, ruido para el oído.

Por suerte esa mañana me escapaba al monte, al menos durante unas horas. Recordaba las palabras del geógrafo y alpinista Eduardo Martínez de Pisón en una entrevista reciente. “La gente no mira el paisaje, mira el ordenador, el móvil. El mundo virtual ha sustituido al real. La mirada se educa, el paisaje se aprende”. Así que, bien contenta, dejé atrás las calles para alimentarme de montaña, de paisaje. O, como dice Martínez de Pisón, para respirar “el mundo naciente, no el mundo muriente. Un mundo recién hecho hace millones de años”.

Elene Ortega Gallarzagoitia © humorenlared.com

 

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