junio 9, 2018

Oreja a la plancha: Chuck Schuldiner facts

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Huía de las partes fuertes del compás como si quemaran. Cambiaba constantemente de tempo, de ambiente. Usaba los recursos musicales más duros e hirientes que tuviera a su alcance pero ciñéndose estrictamente a lo que a él le diera un buen resultado, y convirtiendo en una gran virtud el compendio de sus atormentadas manías, perfeccionó un modus operandi que a día de hoy todavía parece pertenecer al futuro. Una forma de hacer las cosas que planta cara al más pintado, que te desafía a descubrir el porqué de unas estructuras mensurables, claras y nítidas, pero que se te escurren entre los dedos y se van a su rinconcito a disfrutarse a sí mismas. Se miran pero no se tocan. Y mucho menos se comprenden. Si lo intentas vas a recibir más hostias que una estera, y el resultado va a ser más que incierto.

Así que al final los ves desde la barandilla, desde lejos por si acaso, y aún así te revientan la cabeza. Lo bueno es que en ningún momento de la escucha tienes ni idea de en qué va a acabar la cosa: sin con barba, San Martín. Y a pesar de lo indescifrable del discurso, o quizá por eso mismo, se ganó para los restos el reconocimiento eterno de todo el sector extremo.

Juan Abarca © humorenlared.com

 

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