marzo 7, 2019

Debajo de la Palmera: Gabriela y Tala

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Tenemos Euzkadi llena de plazas y calles con nombres inverosímiles o de políticos que cuando cambia el régimen su letrero y su recuerdo acaban en la papelera, por lo que hay alcaldes que recurren a gentilicios, nombres de montes o de localidades pensando que esa nomenclatura no la va a cambiar nadie, sin darse cuenta de que siempre hay en toda esquina alguien más listo que la media que al poco, y como aguafiestas, dice que al nombre le falta una h, le sobra una tilde o que en euskera se dice de otra manera.

Esto se arreglaría destinando un diez por ciento en cada localidad para acordarse de alguien que, desde fuera, haya hecho algo en favor de los vascos o, como en este caso, de sus niños. Sugiero pues plazas o calles destinadas a la Premio Nobel de literatura chilena Gabriela Mistral, de quien muy pocos han oído hablar.

Gabriela Mistral fue el seudónimo de Lucila Godoy Alcayaga. Su abuelo era un indio Aymara y su madre pertenecía a un antiguo linaje de Gipuzkoa. Bonita y sugerente mezcla de culturas y civilizaciones. Su amiga Margot Arce resalta esos orígenes en su carácter: rebelde e individualista por vasca, y silenciosa y hierática por india.

Pero, todo ello no define solo una personalidad o el mérito para una calle. En 1937, en París, conoce la tragedia de Euzkadi, que era un jalón más de su propia biografía. Y así, el poeta Alberto Szpunberg, escribió: “Esta dramática concordancia es lo que la movió a bregar por los niños vascos marcados a sangre y fuego por Guernica, a publicar Tala, su tercer libro, precisamente, en 1938”. Los primeros derechos de ese libro fueron a parar precisamente a esos niños.

En la dedicatoria de Tala, Gabriela Mistral escribe: «Tomen ellos (los niños exiliados) el pobre libro de mano de su Gabriela, que es una mestiza de vasco, y se lave Tala de su miseria esencial por este ademán de servir, de ser únicamente el criado de mi amor hacia la sangre inocente de España, que va y viene por la Península y por Europa entera.
Es mi mayor asombro, podría decir también que mi más aguda vergüenza, ver a América cruzada de brazos delante de la tragedia de los niños vascos. En la generosidad natural de nuestro Continente, había lugar de sobra para haberlos recibido a todos, evitándoles la estancia en países de lengua imposible, en climas agrios y entre razas extrañas. El océano esta vez no ha servido para nuestra caridad, y nuestras playas, acogedoras de las más dudosas emigraciones, no han tenido un desembarcadero para los pies de los niños errantes de la desgraciada Vasconia. Los vascos y medio vascos de la América hemos aceptado el aventamiento de esas criaturas de nuestra sangre y hemos leído, sin que el corazón se nos arrebate, en la prensa de cada mañana, los relatos desgarrantes del regateo que hacían algunos países para recibir los barcos de los fugitivos o de huérfanos. Es la primera vez en mi vida que yo no entiendo a mi América y en que su actitud moral me deja en un verdadero estupor”.

La respuesta vendrá más tarde. Chile acogería a los vascos. Su amigo el presidente Aguirre Cerdá no ignora su llamada. Y luego, Argentina, Venezuela,…
En 1945 Gabriela Mistral recibe el Premio Nobel de Literatura. Llega a una Europa arrasada por la guerra. De paso en Londres, conoce al presidente exiliado de los vascos, José Antonio de Aguirre.
Más tarde, ella misma conoce y padece una dictadura, la de González Videla (1946-1952). No duda en enfrentarse a ella y a solidarizarse con Pablo Neruda por las persecuciones que era objeto. Su popularidad entonces era inmensa, como lo demuestra el homenaje multitudinario que el pueblo chileno le rinde en 1944. Tres años más tarde, fallecía en un hospital de Nueva York.

Desgraciadamente, contamos con poca información sobre las actividades de Gabriela Mistral a favor de los exiliados vascos, quizás porque la dictadura duró cuatro décadas y todo se fue diluyendo, pero como hemos visto, su intervención en el asunto fue mucho más que testimonial: fue económica, moral y política. En 1938, ya era una escritora consagrada, amén de su pertenencia al Cuerpo Diplomático chileno.

Pero aquí nada sabemos de estas cosas. Y eso que las palabras emigrante, exiliados, niños hambrientos, persecución, injusticia, dictadura creemos que en este momento solo hay que asociarlas a Siria. Pues no. Ocurre en mil sitios y en el pasado los vascos tuvimos también niños con hambre, pero en contraste hubo gentes como Gabriela Mistral que se acordaron de ellos, aunque ahora nosotros no nos acordemos de ella.

Iñaki Anasagasti © humorenlared.com

 

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