Estoy sentada en la puerta de embarque del aeropuerto. Llevo aquí tres horas porque el vuelo se ha retrasado. La demora no me inquieta, lo que me ofusca es el tiempo vacío encerrado en una terminal que me acribilla a pensar sobre la subdivisión de pasaportes europeos por un lado, y en los no europeos por otro. Y, dentro de estos últimos, en la segmentación, en la inspección ocular hacia blancos y negros. Veo a familias cargadas con su vida a cuestas. Quiero preguntarles a todas a dónde van. A qué vinieron. Paro en seco. Quiero preguntarme a mí misma por qué me voy. Porque soy europea, por mi privilegio.

Hay muchos destinos y dos tipos de perfiles: los que viajan por placer y los que viajan jodidos. El viaje no es lugar, es la herida que se expande de un espacio a otro; son los euros de tu cuenta corriente. Tu primera acción en otro aeropuerto: el cambio de divisa, la foto en Instagram. Estoy en el aeropuerto de Delhi. Hace unas horas sobrevolaba el desierto de Rayastán. Hace unas horas votaba por correo. Hace dos años me estaba volviendo a ir. Porque soy europea, por mi privilegio. Voy al baño, necesito vomitar.

Aurora Díaz Obregón © elkarma.eus