octubre 4, 2021

Debajo de la Palmera: Meteduras de pata

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No sé si el comienzo de la pérdida de imagen del candidato de la CDU alemana Armin Laschet para las elecciones alemanas comenzó cuando se viralizaron unas imágenes en las que aparecía riéndose en grupo mientras el presidente del país, Frank-Walter Steinmeier, expresaba desde el Land afectado por las inundaciones, Renania del Norte – Westfalia, su consternación por la catástrofe. Fue un instante, pero destruyó su imagen.

Y es que los políticos en público deben guardar normas de hierro en cuanto a sus emociones que no era el caso de Sarkozy. Según un diario suizo la canciller alemana, Ángela Merkel no soportaba la efusividad de su colega francés que la envolvía a besos y achuchones cada vez que se encontraban en las reuniones internacionales, llegando a pedirle que se contuviera. De manera clara ahí había un choque cultural. A Merkel esas efusividades no le hacían la menor gracia y poco le faltó para pedir un burladero portátil en las cumbres internacionales. Que corra el aire. No es como Revilla el tal Sarkozy, ya que el cántabro se iba a la Moncloa con una lata de antxoas, miel y sobaos y con un apellido con claras reminiscencias de embutido.

Hablando de meteduras de pata hay que recordar una que le pasó a Jaime Mayor Oreja. El día era lluvioso, la seguridad, una preocupación constante y la presencia del Papa en Gipuzkoa una circunstancia excepcional. Tal vez por ello Mayor Oreja hizo algo que muy pocas veces repetiría a lo largo de su vida: se puso nervioso y perdió los papeles. En un momento dado su mujer le vio acercarse a ella en estado de gran agitación y confesarle:

Isabel ¡No sabes lo que he hecho, no sabes lo que hecho!

— ¿Qué has hecho Jaime?

— Le he besado la mano al general de la Guardia Civil.

Ante la presencia de una multitud de cardenales acompañantes del Papa y la abundancia de autoridades civiles y militares de Euskadi, el delegado del Gobierno, en su precipitación, había confundido en los saludos al general Rodríguez Medel con uno de los purpurados vaticanos y, para estupor del Jefe de la Benemérita, le había besado la mano. Un gesto que repetiría años después con un sacristán de Vejer de la Frontera al que tomó por el cura párroco de la localidad, para mofa, befa y escarnio eternos de cuantos le acompañaban.

Sinceramente esta vivencia no es muy llamativa. Lo llamativo hubiera sido que Mayor Oreja le hubiese besado la mano a un ertzaintza. Pero en eso Mayor Oreja nunca se equivocaba.

Iñaki Anasagasti © elkarma.eus

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