En primera persona: La vida sin sentido
![]() |
|
![]() |
|
Apago el ordenador y me quedo mirando al vacío. A un punto perdido en el centro de la pared. En realidad más allá. En el infinito. Noto cómo los pulmones procesan el aire que entra por mi nariz de manera mecanizada, como sin propósito. Me pesan los párpados, que aún así no se pliegan sobre sí mismos. Como dos persianas metálicas anquilosadas por la herrumbre. No pestañeo. Las manos siguen sobre el teclado, en una postura entre la de un mecanógrafo y la de una mantis religiosa. La espalda continúa rígida, en un ángulo recto, cartesiano, de noventa grados con respecto al fémur. Las pantorrillas cuelgan de las rodillas. Sigo sentado, sin terminar de estar en ningún sitio. Los conceptos de tiempo y espacio han dejado de ser importantes. Todo lo que hace apenas unos instantes dictaba cada una de mis decisiones, cada uno de mis anhelos, cada una de mis acciones, se ha desvanecido en un limbo del que, casi con toda probabilidad, jamás retornará. Cada músculo de mi cuerpo permanece inmóvil, aletargado, como sumido en una pereza inabarcable. La vida ha dejado de tener sentido. |
Pincha aquí para descargarte el PDF de EL KARMA 222
Pincha aquí para ir a otras columnas de Oskar Cano
Pincha aquí para ir a las columnas de los colaboradores más buscados