 |
 |
Una amiga profesora de español va a dar clases a refugiados procedentes de Ucrania. Se trata de personas en circunstancias muy distintas a las de su alumnado habitual, estudiantes de otros países que disfrutan de un año de intercambio universitario. Vidas despreocupadas y a menudo privilegiadas frente a vidas abruptamente interrumpidas, heridas, rotas. Un titular en el diario El País: “Ucrania llora la masacre de Izium: cientos de tumbas, sospechas de tortura y cuerpos maniatados”. La guerra continúa.
Aunque se trate de la misma tarea –la enseñanza del español como lengua extranjera– en la práctica es una labor muy distinta. Quien ha tenido que exiliarse de su pais en guerra necesita un curso sin gramática, muy práctico, desde cero. Me presento. Hago papeles. Busco trabajo. Busco piso.
Trabajar con el lenguaje, materia delicada y potente, es a menudo trabajar con emociones. Hace falta mucha empatía y sensibilidad para ayudar a estas personas a dar los primeros pasos en otra lengua, en otra cultura, con la guerra al fondo y sus secuelas muy adentro. Viajar al interior del pasado, transitar por las propias regiones devastadas, quizá sea una forma de afrontar la tarea. Haber cruzado el dolor ayuda a veces a comprenderlo casi todo.
Elene Ortega Gallarzagoitia © elkarma.eus |
Pincha aquí para descargarte el PDF de EL KARMA 223
Pincha aquí para ir a otras columnas de Elene Ortega Gallarzagoitia
Pincha aquí para ir a las columnas de los colaboradores más buscados