No hay más ciego que quien no quiere ver. El ser humano ha sido capaz a lo largo de su historia de alcanzar logros gigantescos que han supuesto ampliar sus propias fronteras en lo referente a la salud, la educación, la creatividad y el dominio de la naturaleza.

Pero a la par de sus innegables avances también ha demostrado en numerosísimas ocasiones que puede comportarse de manera cruel y peligrosa para su propia supervivencia como especie. Negándose a aceptar la evidencia y ocultando la cabeza en el suelo, como si el cerrar los ojos le permitiera evitar problemas obvios.

Tal comportamiento continúa en nuestros días pese al indudable nivel formativo alcanzado de manera general. No hay más que observar cómo un número ingente de personas niega y rechaza la existencia del cambio climático, el peligro de la energía atómica, los niveles alarmantes de contaminación, los movimientos migratorios acelerados, el desequilibrio económico entre naciones y personas, la diversidad ideológica y de género y hasta los propios carriles bici.

Pese al conocimiento general alcanzado nos negamos a aceptar lo obvio. Es indudable que vamos al desastre, pero como dijo Galeano: “Ostia, en qué coches”.

Miguel Fernández © elkarma.eus