enero 10, 2024

Devora y escupe: Verde que te quiero, verde

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Esta mañana saqué una bolsa de guisantes congelados del frigorífico. Los intenté separar poco a poco con un tenedor pero al final me ensañé con ellos y hubo más de uno que quedó partido por la mitad. Mientras lo hacía pensé: quizás esto sea lo más cerca que llegue a estar de congelar mis óvulos (chistaco jeje). Guisante-óvulo, óvulo-guisante. Esta retórica se repite entre círculos de amigas. Me refiero a los test de capacidad ovárica, a congelar, a posponer la alarma biológica, a guardar en el tiempo esa estirpe, ese Yo. ¿De esto iban los 30? Siendo sincera, me divertía más la moda de los test de ascendencia genética. Una tendencia mucho más económica que soltar unos 4.000 euros. Ser madre tiene un precio. Siempre lo ha tenido.

Me pregunto lo preocupados que estarán los hombres de esto (criiii criiii). La congelación de semen también es posible pero ellos apenas recurren a esta posibilidad. Busca los datos, las estadísticas. ¿Has escuchado alguna vez hablar a algún coleguita de tu entorno sobre congelar? ¿Por qué todo tiene que recaer en nuestros cuerpos? ¿Quién dijo que ser madre era ley y orden? Neguemos participar en estas conversaciones. Normalicemos estampar los guisantes congelados contra el suelo. Utilizarlos como un cóctel molotov.

Aurora Díaz Obregón © elkarma.eus

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