Jesús María de Leizaola fue el segundo Lehendakari de la historia. El primero, Aguirre, había fallecido en París en 1960 cuando se decidió que él fuera el segundo. Jura su cargo debajo de un paraguas en el cementerio de Donibane Lohitzun. Y vuelve del exilio en diciembre de 1979 una vez aprobado el estatuto de Gernika en referéndum. Le recibimos en Sondika y le llevamos a un San Mamés lleno hasta los topes.

Tras aquella aprobación estatutaria le pedimos permiso para presentarlo como primero de lista por Bizkaia. Y él, a sus 84 años aceptó. Nos interesaba todo lo que representaba y su experiencia. Al año, discretamente nos presentó su dimisión. Con su viejo sombrero, su gabardina, un coche que le pusimos con más kilometraje que él y un chófer de Eibar, se dedicó a visitar el País, algo que Franco se lo había impedido. Fue feliz.
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Donald Trump quiere echar a los que ya tiene dentro y levantar un muro para los que esperan fuera. Como todavía no ha llegado al poder, se dedica a hacer de la bravata su seña de identidad. En Europa hace tiempo que demócratas de toda la vida, nada populistas, por supuesto, pasaron de las bravatas a los hechos. Mientras ponen de patitas en Turquía a los miserables que lograron entrar, rematan el trabajo del Mar Mediterráneo impidiendo pasar a los que no se ahogaron por el camino.

Cuando la arquitectura europea se desmorona a golpe de talonario en beneficio del gobierno turco, los jefes políticos no miran más allá de sus electorados. Ofrecen falsas seguridades y lágrimas hipócritas que podrían reventar las esclusas del Canal de Panamá. En el reino de España los líderes parlamentarios se enzarzaban como pandilleros cuando tocaba hablar de los vergonzantes acuerdos con Erdogan. Convirtieron los derechos humanos en arma arrojadiza para el politiqueo. Menudo nivel.

Julio Albitre Polo, director de EL KARMA.