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Solas

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Si vas a tener un bebé y estás desorientada, acércate al kiosco y compra todas las revistas del mercado sobre maternidad. Luego vete al centro de salud y acata sin preguntar lo que te dice el ginecólogo. Ocupa tu tiempo en comprar todas esas cosas que venden para cuando llega una criatura. Cómpralo todo y todo a juego.

Cuando llegue el momento, vete al hospital y deja que quienes tanto saben de partos trabajen y decidan por ti. Vuelve a casa con tu pareja y tu retoño y siéntete sola, muy sola. Así. Como debe ser. Lo haces de maravilla.

Ni por asomo se te ocurra pensar que las cosas pueden ser de otro modo. Siéntete como si fueras la única mujer del mundo que ha parido. Pero no lo digas. En la calle proclama: “Estoy muy bien”. No olvides conjuntar el color del cochecito con tu bolso y tus zapatos.

Cuando llore tu pequeño quéjate a gusto. Llámale malo, llorón, mañoso. No le cojas, deja que se canse de gritar. En cuanto la lactancia presente la menor dificultad, acude al biberón, abandona la teta. No busques apoyo ni ayuda. Y, sobre todo, no hagas caso de ese malestar difuso, tan molesto, de esas ganas de hablar de lo que te pasa de verdad con otras madres. Ellas están igual que tú y hacen lo mismo. ¿O tal vez no?

Elene Ortega Gallarzagoitia © humorenlared.com

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