El corazón totalitario late para maniatar la vida de quienes se someten por convicción, conveniencia o terror. También late para proporcionar la muerte a quienes considera exterminables. A quienes pasaban por allí. A quienes no se someten a su Diktat.

Parecen lo mismo el “Gott mit uns” (Dios con nosotros) que llevaban los soldados de la Alemania nazi en sus hebillas y el “Allahu Akbar” (Dios es Grande), que gritan los yihadistas del Estado Islámico. Lo son. Con Dios de su parte, para qué pedir más. Si acaso un paraíso con 72 vírgenes. Y que el enemigo confunda pacifismo con apaciguamiento. No violencia, con rendición. Respeto, con sumisión. Libertad, con seguridad.

En cualquier caso, tranquilidad… De la guerra decisiva, la terrestre, ya se ocupará alguna miliciana kurda. No en nuestro nombre, claro. Faltaría más.

Julio Albitre Polo, director de EL KARMA.