Un vecino de Bilbao con un caso severo de cerumen compactado en el oído ha alcanzado un acuerdo con los operarios de la obra de reforma de su vecino de arriba para que no retomen su actividad hasta que no le hayan quitado los tapones de cera. El afectado de obstrucción en el canal auditivo ha logrado convencer a su vecino y a los obreros de postponer las tareas de demolición de tabiques y perforaciones con taladro hasta que le hayan dado hora en el médico para extraerle el tapón. El bilbaíno ha agradecido su cooperación y ha explicado que, de otra manera, se habría perdido los matices melódicos de la taladradora o de la maza de derribar muros, de los que sí podrá disfrutar plenamente una vez que le hayan vaciado la acumulación de secreción serosa.

Calidad humana

Los obreros de la empresa de reformas han manifestado que negarse a suspender temporalmente los trabajos de derribo y levantamiento del suelo de la vivienda “hubiese sido de una falta de empatía imperdonable” y desean al hombre con tapones en los oídos una pronta asistencia en su centro de salud para que pueda deleitarse lo antes posible con la armonía acompasada de martillos y amoladoras. “Entendíamos que si se tratara de una obra pequeña, como levantar el mostrador de la cocina, no oírlo, u oírlo de manera amortiguada, no sería una gran pérdida. Pero tratándose de una reforma integral, ser incapaz de disfrutarla en plenitud por culpa de los tapones le iba a provocar un anhelo melancólico insoportable”, explica Ramón Aguillo, oficial de albañilería con más de veinte años de experiencia.

El hombre con tapones de cera confiesa sentirse impaciente por ser atendido por su otorrino a la mayor brevedad y confía en que la obra, una vez reanudada, supere con creces los 60 decibelios.

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