El algoritmo ha solicitado a través de un comunicado que los medios respeten su privacidad y cesen de publicar constantemente informaciones “que son una total injerencia en mi vida personal y profesional”. Asegura sentirse constantemente observado, juzgado y vilipendiado, y no descarta acudir a la vía judicial.

Sólo cumplía órdenes

“No pasa un día sin que se me mencione en un titular. Personas a las que no conozco de nada critican mi trabajo. Yo me limito a cumplir con mi deber. Si el rigor y el compromiso profesional son delitos, entonces soy culpable”, denuncia el conjunto de reglas definidas y no-ambiguas, ordenadas y finitas. El algoritmo se considera víctima de una campaña de difamación gratuita que socava su imagen pública. “¿Acaso soy un monstruo por asignar los turnos de los castigos corporales para los ‘riders’ que no entregan sus pedidos a tiempo? ¿O por despedir a miles de trabajadores de una aerolínea portuguesa? ¿O, tal vez, por aplicar mecanismos conductistas que influyan al usuario sobre a quién votar o con quién salir?”, se lamenta el algoritmo que opina que de él sólo se dice lo malo. “Por mi capacidad para realizar cómputos y procesar datos sé a qué hora se conecta el internauta a páginas de porno BDSM coreano y puedo activar en su muro de Facebook publicidad de las mejores marcas de crema lubricante para manos, pero claro, eso nunca se me agradece”, añade dolido.

El algoritmo se encuentra en estos momentos negociando con Mediaset una entrevista en exclusiva “a código abierto” para relatar su drama personal y que sirva de inspiración a otras secuencias de pasos lógicos en su misma situación.

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