Alexander Fleming (Lochfield farm, Darvel, Escocia, 1881 – Londres, Inglaterra, 1955) fue un químico, narcotraficante aficionado, animador de eventos socioculturales y fundador de una franquicia de nombres de calles y plazas escocés. Nace en una familia de granjeros y su hermano mayor le convence de que estudie medicina porque beber formaldehído solo durante las fiestas de la facultad es mucho más deprimente que hacerlo junto a un familiar que luego además te puede hacer compañía en comisaría.

Él pasaba por allí

En 1903 entra a trabajar en el Hospital St. Mary de Londres donde aprovecha su formación en microbiología para generar cultivos de hongos alucinógenos que distribuye en fiestas rave y orgías privadas entre sus colegas, primero en Inglaterra y entre 1914 y 1917 en el frente occidental francés. Durante la Primera Guerra Mundial mezcla psilocibes con gas mostaza pero abandona el hábito porque dice que le provocan malos viajes y sólo ve trincheras y gente amputada. En 1918 regresa al St. Mary. En 1922 estornuda sobre una placa de Petri y descubre accidentalmente la enzima lisozima, cuando las mucosidades excretadas destruyen el cultivo bacteriano, lo que hace que se gane el reconocimiento de sus compañeros, excepto de Petri, que a partir de ese momento prefiere guardar la merienda en un tupper. En septiembre de 1928, Fleming prepara una partida experimental de hongos para una velada de sadomasoquismo, gusto adquirido tras desarrollar un fetichismo por las máscaras antigas. Los hongos ingeridos durante la velada apenas dan subidón, lo que despierta la animadversión de los participantes. Sin embargo, cuando ninguno de los consumidores desarrolla sífilis, dejan de pegarle palizas en el aparcamiento y vuelven a contratar sus servicios como proveedor de psicotrópicos y complementos de marroquinería. En 1945 recibe el Premio Nobel de Medicina por su descubrimiento de la penicilina baja en calorías.

Fallece el 11 de marzo de 1955 de un ataque al corazón durante una fiesta chemsex, demostrando que los antibióticos van bien contra las infecciones venéreas pero no contra las secuelas de la asfixia autoerótica.

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