Un vecino de Bilbao, propietario de un turismo, ha rechazado destinar un 5% de su presupuesto a la OTA. Asegura que él no es muy de seguir las noticias pero afirma haber oído de casualidad en la televisión de un bar en el que tomaba el carajillo de las once la propuesta de Donald Trump de hace unas semanas y no cabe en sí de indignación. El hombre ha enviado una carta al Área de Movilidad y Sostenibilidad del ayuntamiento de la capital bizkaina en la que se queja de la medida, que considera “desproporcionada”. Argumenta que este nivel de gasto para con la Ordenanza de Tráfico y Aparcamiento comprometería servicios esenciales como pagar cada año el carnet de socio del Athletic, o los vermuts con ronda de rabas de los domingos con la cuadrilla de veraneantes en Castro Urdiales, pilares del estado del bienestar, “del mío por lo menos”. El conductor bilbaíno ha declarado, no obstante, que ya trabaja en alcanzar un 2% de gasto, y promete no volver a caminar como el enano de Twin Peaks cuando sale del coche para justificar haber aparcado en minusválidos.

De entrada no

El hombre continúa sin entender qué tiene que ver estacionar en zona azul en Bilbao con un posible ataque de Rusia, y comenta indignado que entre el impuesto de circulación, el seguro del vehículo, la ITV y la gasolina le dan ganas de pedirle a Trump que se abra los glúteos para aparcarle ahí el coche “y dejarme de hostias”.

Tampoco termina de comprender por qué, según lo que le pareció entender en el telediario mientras le pedía al camarero que no fuera tacaño con el Soberano en el café, países como Francia, Alemania, Hungría o Bélgica apoyan destinar un 5% del gasto a la OTA si ni siquiera son de Bilbao y cuando vienen lo hacen en autocar de viaje organizado “que ni tienen que pagar el parking a escote ni nada”.

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