Imagino que si el personal actual de EL CORREO hubiera tenido que cubrir el golpe de estado del 18 de julio de 1936 que dio lugar a la Guerra Civil podría haber titulado la noticia «Sol y buen tiempo en el sur de la península, apenas desmerecido por una insurrección militar de escala nacional». Tal vez exagero. Tampoco hizo tan buen tiempo ese día y lo de ir a la playa no estaba tan de moda en aquella época. En cualquier caso, cambiando las coordenadas espacio temporales, el titular del periódico del 24 de agosto no se aleja demasiado de la mencionada fantasía bélico-estival: «La sucesión de denuncias por agresiones sexuales enrarece el verano vizcaíno». Enrarece. Cenar con amigos y que uno de ellos comience a hablar solo y a golpearse la cabeza contra la pared, sin venir a cuento, enrarece la velada. Quedar con tu pareja y tu mejor amigo para ir al cine y que se pongan a hacer manitas delante tuyo enrarece el encuentro. Pero una oleada de agresiones sexuales, con al menos dos casos de violación en Iruñea y Txurdinaga no «enrarece». Indigna, asquea, violenta, encoleriza, enfurece. Pero no enrarece.
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A la tamil londinense le gusta montarla parda. Tras las polémicas con el Paris St Germain o el incidente del festival Afropunk, que llevo a la cantante a pensar que la CIA quería quitarla de en medio, Maya Arulpragasam lanza nuevo álbum. La reina del eclecticismo, que lo mismo une hip hop, con pop, con los samplers más extravagantes y anti intuitivos que se pueda imaginar, y acierta, ha intentado aunar esta vez su lado más luminoso con una inevitable carga social que se va desparramando por sus letras con tino dudoso. A pesar de la participación de gigantes de la producción como Skrillex, Blaqstarr o, su expareja, Diplo, el resultado final es irregular. Una colección de hallazgos aislados que desmerece la redondez de trabajos anteriores.

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