Lars Martinson, un joven norteamericano consigue un trabajo como profesor adjunto en un instituto de Tonoharu, un pequeño pueblo japonés. Su contrato le obliga a permanecer todo el tiempo en el recinto docente, sin poder salir al exterior aunque no tenga ni una triste tutoría a la que atender, lo que le provoca constantes ataques de aburrimiento condimentados con momentos de profunda depresión, al más puro estilo Bill Murray en Lost in Translation. Tampoco es que sus compañeros sean precisamente la alegría de la huerta. A eso se le añade la barrera idiomática y cultural, para terminar de animar la cosa. Menos mal que una profesora le alegra las tardes cuando acude a visitarle a su casa.

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