El anuncio oficial de la creación de una Superliga europea por parte de doce residencias de ancianos privadas de la élite continental ha desencadenado una marea de réplicas, amenazas y advertencias sobre el apocalipsis que se avecina si la petanca acaba rompiendo su estructura clásica, controlada hasta ahora por las áreas de animación turística de los hoteles de veraneo, con una nueva competición semicerrada que perpetuaría el dominio de los mismos protagonistas.

Tiembla el suelo del deporte profesional

“Es fruto de la avaricia, el egoísmo y el narcisismo de algunos”, ha clamado Aleksander Matólogo, presidente de la Unión de Federaciones Europeas de Petanca (UEPA) y propietario de varias tiendas de ortopedia deportiva en Benidorm y Gandía. “Es un escupitajo en el rostro a todos los amantes de lanzar bolas de acero rayadas hacia un boliche de madera de entre 25 y 35 milímetros de diámetro”, ha añadido tras anunciar que se preparan sanciones contra “las residencias proscritas”. También se estudia la expulsión de competiciones de exhibición contra guarderías concertadas de todos aquellos pensionistas que militen en los asilos y casas de reposo que participan en el “complot”. Lo que más preocupa a la UEPA es la negociación de los derechos de televisión de los partidos de petanca, una fuente de financiación de miles de millones de euros cada año “sólo superada por la retransmisión del mus visto y de la superbowl de dominó”.

Por el momento, únicamente residencias españolas, inglesas e italianas integran la Superliga, a la espera de que varios campings exclusivos de alemanes prejubilados del lander de Mallorca se incorporen al proyecto.

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