El pulso fratricida entre la cepa de Wuhan y la mutación Ómicron fractura ya al coronavirus al completo. Tras otra jornada tensa en las filas de la pandemia, el enfrentamiento abierto se dirime entre el SARS-CoV-2 y su número dos, la variante Alpha, y el bando formado por las variantes Delta y Ómicron de linaje B.1.1.529, que intentan forzar la salida del brote original de la dirección ante la debacle que supone la caída de infectados en todo el mundo.

Guerra intestina y respiratoria

Tras permanecer atrincherado durante nueve horas junto a su núcleo duro en el cuartel general, SARS-Cov-2 utilizó sus atribuciones a fin para convocar la Junta Directiva Mundial para la próxima semana con un punto excepcional en el orden del día: el debate del cónclave extraordinario que los barones, responsables territoriales y otros representantes de la pandemia movilizados en torno a las variantes india y sudafricana exigen para zanjar la mala gestión del plan de infección global. Ómicron, erigido de nuevo en portavoz referencial ante “el colapso”, ha exigido al actual líder del coronavirus que dimita y dé paso a un congreso de urgencia, con el fin de frenar la sangría y buscar un revulsivo con una nueva dirección. Por el momento la cepa de Wuhan se enroca, lo que supone un desafío para los opositores a la actual dirección, que deberán dar un paso al frente, convocar el cónclave y derribar al brote original por la vía de los hechos.

Paralelamente, el todavía presidente del coronavirus ha quitado dramatismo a la pérdida de contagios y ha asegurado que en ningún caso pactará una coalición con el virus de la gripe, aunque no descarta acuerdos puntuales para asegurar la infecciosidad.

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